sábado, 13 de agosto de 2011

Habáname,Habana mía. Orlando Luis Pardo Lazo



Me siento al margen, siempre al margen. Dentro y afuera. Como un boxeador que toma y da, y no se compromete demasiado con ningún pugilato. Soy una línea perenne de fuga. Me desplazo entre infinitas capas deleuzeanas de una cebolla sin coraza ni corazón, así devengo alegremente un rizoma jugoso y juguetón: escribo para perder el rostro, cavando mi propia cueva de resistencia autorial frente al consenso zoocial.
OLPL






















Estos son algunos de los trabajos realizados por Orlando Luis Pardo Lazo,un artista con un talento impoluto, que pese a las dificultades que a diario tiene que sortear en La Isla,no deja de darnos luz a través de sus trabajos.Si queréis conocer más trabajos de OLPL, os invito a visitar www.orlandoluispardolazo.blogspot.com

viernes, 12 de agosto de 2011

Abrir ventanas,sembrar luceros. Fayad Jamis




Era presencia, imponía una estructura imantada, un karma muy anciano y sabio. Ni se justificó, ni pidió plazas, nunca. Estaba con su fiereza de niño que en una trastienda de Aguascalientes, donde su padre libanés guardaba y cortaba telas, desde ahí, medía pasiones y hombres con la misma vara.
Margarita García Alonso






Amo el tiempo de amar, ahora la noche

Amo el tiempo de amar, ahora la noche
se desparrama en astros y tibieza.

En una esquina yo te espero
mordiendo tiempo, buscándote
en los rostros que llegan, en la prisa
de los que temen que la noche se pierda.
Te espero con mis años golpeados por el fuego,
Atado a la bestia de mi juventud.

Quiero crecer en ti, darte vida en mis manos,
hacerte de la tierra más pura
enteramente mía, ciegamente mía,
criatura del color de los sueños más hermosos.

Amo el tiempo de amar. Y tú eres la lluvia
porque ahora tengo tus ojos
todo puede estallar en color y fragancia.
Eres la lluvia que llega por sorpresa,
eres la claridad de mis ojos, el agua que desean
mis labios,
criatura del color del viento en la noche.

Te espero, amada mía. Bella es la noche.
Las voces de la gente no pueden apagar el ruido
de tus pasos.
Te siento venir presurosa, invadida
de inquietud, asustada por algo,
y tus ojos me miran, pidiéndome ayuda
mientras yo mido y golpeo el tiempo.

Cuando llegues no habrá muchas palabras.
Bella es la noche, inmensa, y tengo sed, amasa.
Date prisa. Mis manos tienen sed
Voy a llevarte hasta el fondo de la noche,
allí donde ya no será posible tu regreso.
Yo te enseñaré los viejos secretos y las más
terribles ceremonias
del país de mi sangre.
Fayad Jamís





Filosofía del optimista


El optimista se sentó a la mesa, miró a su alrededor
y se sirvió un poco de lo poco que halló. Le dijeron
que había demasiado nada (en realidad había pocomucho)
pero él devoró su ración sin hacer comentarios,
abrió el periódico, se fumó su café y acabó
de cenar en paz. Pensó: tengo derecho a comer con alegría
lo pocomucho que me gano mientras llega la abundancia.
Sin embargo seguían hablando de todo lo que no hay
no hay no hay no hay. No hay esto ni lo otro.
Pero el optimista se levantó en silencio
y otra vez recordó aquellos años en que sólo comió
lágrimas. No había nadie para decirle no hay sopa o bistec
o tome un pedazo de pan duro para el perro de su hambre,
pero jamás de sus dientes salieron discursos.
Y ahora estaba satisfecho de la cena frugal. El hombre
salió a la calle y echó a andar mientras silbaba.
Las luces eléctricas le recordaron el porvenir.
Fayad Jamís



Mejor es levantarse
Si no puedes dormir levántate y navega.
Si aún no sabes morir sigue aprendiendo a amar.
La madrugada no cierra tu mundo: afuera hay estrellas,
hospitales, enormes maquinarias que no duermen.
Afuera están tu sopa, el almacén que nutre tus sentidos
el viento de tu ciudad. Levántate y enciende
las turbinas de tu alma, no te canses de caminar
por todas partes, anota las últimas inmundicias
que le quedaron a tu tierra, pues todo se transforma
y ya no tendrás ojos para el horror abolido.
Levántate y multiplica las ventanas, escupe en el rostro
de los incrédulos: para ellos todo verdor no es más que herrumbre.
Dispara tu lengua de vencedor, no sólo esperes la mesa tranquila
mientras en otros sitios del mundo chillan los asesinos.
Si no puede soñar golpea los baúles polvorientos.
Si aún no sabes vivir no enseñes a vivir en vano.
Tritura la realidad, rómpete los zapatos auscultando las calles,
no des limosnas. Levántate y ayuda al mundo a despertar.

Fayad Jamís



Con tantos palos que te dio la vida
y aún sigues dándole a la vida sueños.
Eres un loco que jamás se cansa
de abrir ventanas y sembrar luceros.

Con tantos palos que te dio la noche
tanta crueldad y frío y tanto miedo
eres un loco de mirada triste
que sólo sabe amar con todo el pecho.

Construir papalotes y poemas
y otras patrañas que se lleva el viento.

Eres un loco de mirada triste
que siente cómo nace un mundo nuevo.
Con tantos palos que te dio la vida.
Fayad Jamís


jueves, 11 de agosto de 2011

Te di todos mis sueños. Desiree Dolron


¿Por qué, conquistadora,
sobre los raros farallones
de desiguales ángulos
te empinas, desdeñando
abajo el foso oscuro de las aguas?
Fina García Marruz



















Desiree Dolron es una fotógrafa holandesa con un estilo muy especial en el que prácticamente podríamos decir que se combinan la fotografía y la pintura. Sus fotos tienen un abundante trabajo de postprocesado que a menudo les da un aspecto similar al de cuadros.
Esta técnica fotográfica tan particular se puede apreciar especialmente en sus colecciones Xteriors o Gaze, pero también en trabajos más tradicionales como Te di todos mis sueños, que muestra una visión desencantada y costumbrista de la Cuba actual.Si quereis conocer más trabajos de esta esplendida fotografa,os invito a visitar www.desireedolron.com

miércoles, 10 de agosto de 2011

La confesión de las soledades. Pedro A.Assef




La poesía de Pedro Alberto Assef (…) es el verso que tal vez no podría ser descrito sino por un vocablo abrumador de otras épocas: bruñido, limpiado con ásperos paños una y otra vez, incesante, inútilmente, como un remedo de un Sísifo jadeante y contenido. De aquí su trabajo con el verso y las formas líricas tradicionales, integradas a una expresión contemporánea, por momentos coloquial e irreverente. (…) Es una poesía de la angustia, del imposible sometimiento a la soledad, que deja en pulpa macerada la indagación fundamental del poeta, su confesión de soledad de la carne y el espíritu.
Luis Álvarez Álvarez


La décima del regreso

Como una bestia sombría
que se desangra en la noche
así mi amor se hizo un broche
de luz en la noche fría.
Recogí la vida mía
como quien corta una flor.
Fui el humo, fui el esplendor
en los valles de la muerte
y regresé para verte
palideciendo de amor.





Olvido y amor

Y así mi amor se deshizo
en tus manos, como el mar
se deshace en el palmar,
como en el pecho el granizo.
Sigue en el cielo el hechizo
de Dios y los hombres sabios.
Y aquí estoy, con los resabios
de un niño que se despierta.
Como el olvido a tu puerta,
como el silencio a tus labios.






Elogio y olvido de la muerte

He visto a la muerte, la he tocado,
hemos estado juntos.
Entre mis dedos
la muerte era pequeña y fatal;
pero la he regresado a los que no reconozco,
a los hombres sin fe,
a las criaturas frías,
a las flores soberbias de la noche.
Ya te he cantado muerte,
ya he puesto tu ceniza en mis versos.
Este poema es tu elogio y tu olvido.
No he de nombrarte más.
Voy a escribir del humo,
de la espera infinita del mar.


Es Amor

Se parece al amor
tiene sus mismos ojos
la manera silente de besarme la boca
me acomoda en la parte más brutal de su pecho
se me va entre los dedos como el agua del mar
Es incierto me llama
me revuelca en su tumba
Se parece a la muerte este amor que he encontrado
taciturno sombrío
como la primavera
me ha crecido la hierba de su luz en el pecho
me quedaré a su lado
devoraré las hojas perpetuas del olvido
y la luna
y el tiempo
me reconocerán.






martes, 9 de agosto de 2011

Traslúcidos deseos. Ernesto García Peña



Mi necesidad de amar y ser amado, es y será siempre la protagonista de mis obras. Es un gran tema que expreso de variadas formas; pero te confieso que no sé cómo se comportará todo eso: su espíritu, su atmósfera, sus géneros, sus variantes. No me intereso por lo falso, la moda obligada, el engaño, la vulgaridad; aspiro a ofrecer a los receptores de mi obra, la oportunidad de alimentar la generosidad de la vida.
Ernesto garcía Peña



















Pintar es en este artista una fiesta, hasta los dolores se embellecen en sus visiones.
Manuel López Oliva

Si queréis conocer más trabajos de este esplendido pintor,os invito a visitar www.galeriacubarte.cult.cu 

lunes, 8 de agosto de 2011

Soy isla asida al tallo de los vientos...Dulce María Loynaz



Nadie escucha mi voz, si rezo o grito:
soy isla asida al tallo de los vientos...
Puedo volar o hundirme... Puedo, a veces,
morder mi cola en signo de Infinito.
Dulce María Loynaz


En el valle profundo de mis tristezas, tú te alzas
inconmovible y silencioso como una columna de oro.
Eres de la raza del sol: moreno, ardiente y oloroso
a resinas silvestres.
Eres de la raza del sol, y a sol me huele tu carne quemada,
tu cabello tibio, tu boca oscura y caliente aún como brasa recién apagada por el viento.
Hombre del sol, sujétame con tus brazos fuertes,
muérdeme con tus dientes de fiera joven, arranca mis tristezas y mis orgullos, arrástralos entre el polvo de tus pies despóticos.
¡Y enséñame de una vez -ya que no lo sé todavía-
a vivir o a morir entre tus garras!
Dulce María Loynaz



Rodeada de mar por todas partes,
soy isla asida al tallo de los vientos...
Nadie escucha mi voz, si rezo o grito:
Puedo volar o hundirme... Puedo, a veces,
morder mi cola en signo de Infinito.
Soy tierra desgajándome... Hay momentos
en que el agua me ciega y me acobarda,
en que el agua es la muerte donde floto...
Pero abierta a mareas y a ciclones,
hinco en el mar raíz roto.
Crezco del mar y muero de él... Me alzo
¡para volverme en nudos desatados...!
¡Me come un mar batido por las alas
de arcángeles sin cielo, naufragados!
Dulce María Loynaz




domingo, 7 de agosto de 2011

Bendita memoria. Abilio Estevez



A decir verdad, yo soy un habanero de las distancias, porque yo nací en Marianao. Recuerdo que mi madre iba todas las semanas de compras, y lo decía así: «Voy a La Habana», como si fuéramos a otro mundo, como si no estuviéramos en La Habana, y yo la acompañaba muchas veces. Y quizás mi primer recuerdo de la capital empezaba cuando llegábamos al Almendares, porque todo el río estaba lleno de barcos, pequeños barcos, yates con sus luces y velas y banderas; y esa, una visión desde el puente, era impresionante. Piensa que, en verdad, el río Almendares no es sino una línea divisoria entre Marianao y el Vedado, y ya esa división marcaba un cierto sentido de la frontera. Y a partir de que divisaba esos barcos, yo empezaba a sentir que entraba en La Habana.
     Después de cruzar el Almendares, lo segundo en llamarme la atención era el Castillo del Príncipe. Y después se trataba ya de pasar Carlos III y entrar en Reina, pasando junto a su iglesia neogótica. Era un trayecto familiar que mi madre y yo, muy elegantes, hacíamos en unas guaguas – casi siempre vacías, por cierto –, y que terminaba al bajarnos en
 Los Precios Fijos, una tienda que estaba justamente detrás del Palacio Aldama, y en la cual mi madre tenía crédito, que era una forma muy sencilla de comprar. Y entonces comenzaba otro trayecto mágico, cuando bajábamos por Galiano, que estaba llena de jugueterías en sus portales, de hombres que vendían allí juguetes. Mi memoria, como ves, es la de un niño de cinco o seis años, y tal vez por ello, por ejemplo, no recuerdo El Encanto. No sé por qué esa imagen se borró. Pero no la de una tienda que existía pegada a Reina que se llamaba El Waterloo, que tenía un eslogan famoso que decía: “El Waterloo triunfa porque no engaña,” y esa tienda ya hoy no se llama así. Y estaba California, que era otra tienda preciosa, toda acristalada, y desde afuera podías ver todos sus departamentos. Y no dejo de recordar que había incluso todo un concepto de vestuario que variaba según esas calles: si ibas a Monte, o a Muralla, que era donde estaban los establecimientos de telas de los polacos (como les decían a los judíos entonces), o si ibas a Galiano. Y a mí eso me parecía fabuloso, como cuando llegábamos a la esquina donde estaba el Ten Cent, nos comíamos un sándwich especial y nos tomábamos una Coca-Cola, y a mí me fascinaba el modo en que estaban vestidas aquellas mujeres que nos atendían, con sus blusas blancas y sus pañuelos abiertos en los bolsillos. En el mismo Ten Centhabía unos aparatos, unas cajas de cristal dentro de las cuales había, en una un cowboy, 
y en otra un payaso, y tú echabas una moneda en esas máquinas y esas figuras bailaban con una música que se escuchaba de inmediato. Pero déjame hablar ahora de San Rafael y Galiano.




 Era una esquina inolvidable. Yo recuerdo mucha gente, una gran cantidad de gente caminando por ese sitio, además de los vendedores, todos bien vestidos, con cierta elegancia. A mí no me dejaban comer por la calle, ni tomar helado siquiera. Y las personas eran más educadas, no gritaban tanto, pedían perdón si tropezaban contigo. Estaban los cines magníficos de esas calles: estaba una tienda mítica llamada J. Vallés, donde uno hablaba con los Reyes Magos en los días previos a los Reyes y ellos ponían un teléfono y unos hombres disfrazados de Reyes, y tú creías verdaderamente que hablabas con ellos, y les pedías lo que querías que te trajeran. Y existía como una armonía entre los establecimientos que crecía, hasta que llegabas a esa cosa fabulosa que es salir al Parque Central. Es decir, que ahora que lo pienso, mi primer recuerdo de La Habana es como un recuerdo ligado a esas tiendas, un recuerdo comercial, debido tal vez al auge de esa vida en aquel momento.

   Pero también tengo otros recuerdos de mi niñez, y ahora que lo pienso, son recuerdos casi mágicos. Por ejemplo, la playa de Marianao. Yo tengo un tío de esos que no falta en la familia cubana, un tío tarambana, un tío Alberto, como diría Lezama. Y a través de ese tío yo oía hablar de la playa de Marianao como algo pecaminoso –, y es que La Habana que yo conocía era La Habana del día; pero allí te ibas a la playa de La Concha, o al Coney Island, que era lo más nocturno que yo conocía. Y eso provocaba en mí un placer enorme solo con estar ahí, y te ibas a La Frutada a comer algo. La vida que se respiraba ahí era otra cosa.
     Cuando ya tuve trece años y empecé a salir solo, comencé a conocer otras partes de La Habana. En esa época yo iba a los cines, al Duplex, al Rex, al Payret, donde aún podían verse películas maravillosas. Recuerdo, por ejemplo, haber visto en el Duplexhasta a Margot Founteyn. Aunque la primera película que recuerdo – y va a parecer tal vez una broma mía; la gente podría decir que quiero hacerme el serio y el interesante– es Umberto D. Y yo vi esa película en un cine quehabía en Marianao y que se llamabaSalón Rey, que aparece, por cierto, en una novela policíaca española que leí recientemente. Y eso para mí fue como una continuidad; porque yo iba al cine de Columbia desde niño, pues mi padre era telegrafista del cuartel. Todavía en esa época, y por varios años, se mantendría esa etiqueta, esa forma de vestir y comportarse cuando uno iba al cine. Pero me estás haciendo recordar. Por ese mismo tiempo descubrí otros lugares que me gustaban mucho, como venir de Monte y llegar al momento en que esa calle se abre al Parque de la Fraternidad. Era un momento que me parecía fabuloso, y me lo sigue pareciendo. Aunque Monte se ha afeado mucho más de lo que era, y entonces llegar a ese punto era como un alivio casi mágico.


En esa época, mis catorce o trece años, iba también a la Rampa, a la sala Tespis, por ejemplo, que ya no existe tampoco. Ahi yo vi, según recuerdo, Falsa alarma, no en la puesta de Morín, sino de Teatro Universitario. Y por un primo mío que estaba en el teatro La Cueva, también iba a la sala Talía. Y esa es como mi primera memoria del teatro; porque yo podía entrar a los camerinos y verlos maquillarse. Me impresionaban mucho las caracterizaciones que hacían mediante el maquillaje, algo que ya hoy no es común. Y también recuerdo la también desaparecida sala Arlequín, la Idal. Y las de Prado y Galano, de las que ya hoy casi nadie se acuerda.



Fue poco después, sobre 1966 o 1967, que empecé a ir al ballet. Incluso recuerdo la función de Giselle que dieron Alicia y Aurora a su regreso de París, tras haber ganado el Grand Prix en Francia. Y a esas funciones acudía una serie de personas maravillosas, con las cuales se creaba una relación de amistad que existía solo en aquellas tardes y noches, cuando se veían las funciones y se hablaba sobre lo sucedido en ellas. Y luego no nos veíamos hasta la semana siguiente. Eso hacía del García Lorca un lugar memorable. Y otro lugar que yo recuerdo con mucho agrado era El Patio

, al cual yo empecé a acudir ya a principios de la década del setenta. Podías ir a ese sitio y tomarte un té, escuchar a Esther ­Montalbán que cantaba y tocaba el piano; se creaba una atmósfera muy agradable, algo que ya no está.
     Pero si me preguntas sobre lugares que me hayan impresionado particularmente, allí estaba la Ciudad Celeste. Esa casa en Mantilla propiedad de los Ibáñez, donde se celebraban aquellas tertulias fabulosas presididas por Virgilio Piñera. Cuando yo entré por primera vez a ese lugar, te aseguro que no conocía algo así en toda La Habana. Y creo que no lo he vuelto a conocer nunca. Tienes que ir a esa casa. Yo volví hace poco, y esa energía no se ha ido. Empezando porque ahí está Yonny Ibáñez, y está esa arboleda que parece que se va a tragar la casa, y aquella cantidad de perros junto a esa familia rarísima, y aquella mansión llena de libros, cosas interesantes y valiosas; sobre todo, a veces no tan valiosas por un mero carácter histórico, sino por el valor que ellos mismos les daban. Y encontrarse además con una galería que ha lugar le habían puesto unas vigas para que se enreden las plantas. Ya eso no es así, pues hay un techo. Pero en medio de todo eso estaba Virgilio Piñera, Juanita Gómez, toda una dama que te hablaba de cuando había visitado Liverpool en 1912 o Nueva York en el año 1910, cuando no se habían construido aún los grandes edificios de esa ciudad, y ya desde entonces se quejaba de la grosería de los neoyorquinos. Todo eso era en verdad mágico para mí. Es el tiempo en que conozco a todos esos personajes tremendos. El tiempo en que conozco a Olga Andreu, con sus pamelas y sus trajes rarísimos, a cuya casa fui des­pués que terminó lo de la Ciudad Celeste. Y no sé si La Habana seguirá dando esa clase de personajes. A lo mejor sí, pero no los conocemos.




Abilio Estevez
Texto publicado en www.lahabanaelegante.com

La melodía del sentimiento. El Feeling

En la segunda mitad de los años cuarenta del pasado siglo, La Habana, esta ciudad suspendida en la poderosa urdimbre de diversas músicas, dio cobija a la aparición después conocida como “Movimiento feeling”. Fueron en principio las reuniones de jóvenes amigos, a escuchar canciones de la vieja trova y del jazz llegado de Estados Unidos y también a poner sus primeras composiciones, que mostraban ya una inexplicada diferencia.El feeling estableció entre los compositores la tentación por las armonías difíciles y una lírica orgánicamente apegada a la conversación diaria. Los eternos grandes pequeños temas de la canción cubana se mantenían en las nuevas composiciones de los filineros, casi siempre surgidas al amparo de la guitarra. Lo diferente era el lenguaje, de donde habían desaparecido las rimbombancias, para proponer el diálogo con la persona amada. Para decir la canción a la criatura de enfrente y no a una multitud.


Conjunto Casino de Roberto Espí."No sé porque no me quieres"


Elena Burke y Qtto Memé Solís. "Déjame sola"


Daysi Ortega."En que noches"


Fernando González."Anda dilo ya"


Fernando Alvarez."Humo y espuma"


Daysi Diaz y Diana Fuentes. "Y ahora"