domingo, 20 de noviembre de 2011

In memoriam. Elena Tamargo





Habanera yo

Soy otra vez muchacha en el invierno
y nadie me regala una gardenia.
Pero el regreso de mis lunas
ahíjo taciturna del fondo de la calle
 casi feliz, aletargada
bajo esta piedra roja.
Retozo como un campo florecido
es la herencia adecuada de una mujer despierta
un sueño desprendido del cuerpo que lo ha usado.
Los lirios de Rosita
mis únicos testigos
esperan la lechuza
en el silencio mío del oeste.
Vuelvo en la medianoche de este invierno
acércate a escuchar mi tambor y mi oboe
acércate con riesgo de hechizarme.
Ciudad, ciudad
no mates mi manía de ser bella
de pasearme desnuda y cepillarme el pelo.
Ciudad con pajaritos y cisternas
el probable lugar donde acabó una historia.
Ay, mi ciudad
 mi pasto
mi sitio recurrente
a la hora en que duermen las palomas.
Ciudad que has bendecido mis vigilias
arrástrame hacia el mar
sin farolas ni víctimas
con algas en mi pelo
y en tu pelo de sal.






Mar de mi patio

Y si llegaras mar
cuando mi cuerpo fuera tierra arada
y lloviera en mis ojos?
Alga y sal de prusia calentura
¿no te crecen las uñas?
Te veré frente a frente
presa en tus quemaduras, levantando las cejas
dejando ver los ojos con esa indiferencia.
Cómo tú eras cuando yo te elegí.
Diosa naciendo y destronando diosas
si tú al verme fijaras la mirada.
Ven hacia mí, no tardes
puedo perder las fuerzas.
Estoy sola bailando y en mi musgo
me pisan miles de pies desesperados.
Sácame este mareo
este jilguero tosco que custodia mi blanco
esta brújula adivinando el este.
Si te demoras se deshace mi estatua
este cuerpo que danza maravillosamente.
–¿Qué hora es que no llegas
perfumando las calles con tus pescados frescos?–
Mar de mi patio, mar atormentado
lo que me duele
es que mis días
se vuelvan más y más de tierra.






El último poema del año del alma

El año en que amaba
alguien tenía mis ojos
los llevaba en las manos como anillos
como pedazos de zafiros
los cuidaba desde que se habían cerrado.
Él ganaba y perdía, pero no se asomaba a las ventanas
guardaba lo demás como mis ojos
las actas, su nombre, la peor de sus horas.
Los tulipanes en Moscú lo habían decapitado
y desde entonces bebíamos juntos leche negra del alba.
Bebíamos y bebíamos
del cántaro y del cráter
y también de mi mano,
mas lo que ahora se hunde, a quién le pertenece
rosa de quién si nadie me moldea,
fuimos serenos floreciendo y ya
rosa de nadie.
Quiero mejor ser leña de un hogar
y calentar la leche de los niños,
porque esos ojos míos del ochenta y siete
que él cuidaba
están bajos
llorando
cansados de no poder dormir en las camas donde nos acostamos
ellos y yo
a vivir del esplendor
cuando la luz se enciende
o cuando se derriten los corazones de oro
de los niños
que beben la leche negra del alba.

Sueños esmaltados. Robert Polidori




“No hay flor cuyo matiz no degenere
al pasajero sol que la esmaltó.
Tan sólo propia luz firmeza espere:
la perla de la mar se opaca y muere;
las de los cielos no…”


Nicolas Guillén




















































 Robert Polidori es un esplendido fotógrafo canadiense que tiene el particular talento de atrapar en su objetivo la decadencia del olvido,devolviendole la magia y la belleza de lo que esos espacios y lugares fueron. Estas pequeña muestra fotográfica forma parte de un trabajo que Polidori realizó en La Habana,"Moods of La Habana".