sábado, 6 de agosto de 2011

Adagio Habanero



ADAGIO
Aquí no ha pasado nada y nada ha de pasar. Pero bien: siempre en los libros las cosas se narran después que se ha descrito el lugar del suceso. Hemos leído largos, queridos libros que añoramos hoy, que recordamos con ese doloroso y amable sentimiento de las cosas más preciadas, en que se nos hablaba de grandes acontecimientos después que el escritor se regodeaba en descripciones de cortinas y cristales, de joyas y damas enjoyadas, de finas bisuterías, de sedas y jarrones, de estatuas sin ropas y con relucientes culos azulados, puliditos, en impresionantes y cuidados gestos de descuido. Pero aquí, en esta casa, nada ha de pasar en este día.
Es diciembre, pero no es invierno; o es invierno a la criolla, así-así, sin más que aire por las calles y un calor de brazos cubiertos en los salones. La gente se abufanda, se abriga bien el cuello par ahogarse de calor con sonrisas invernales. Es este invierno nuestro, cuyo centro está dado en tres o cuatro días, allá, a la muerte de diciembre, y ya no más, pero en el que todo el mundo saca naftalinados suéteres, gabardinas, sobretodos.
Dentro de esta casa hay mucho frío viejo en las paredes, en los pequeños objetos colocados desde hace tanto tiempo. Hay un aire de estirado invierno en cada cosa minúscula, doblemente casera; lo mismo en la repisa que en el encaje, en la cortina de puntos -¡cuántos puntos para esa cortina allá por los diciembres anteriores!- que en el doblez amarillento de un gastado tapete. Hay frío y hay temores en esta casa. No porque haya ocurrido nada; no para que ocurra nada. Por nada y por todo hay frío en esta casa. Y en esta habitación, las telas que cubren la cama, las sillas de pajilla tejida, la coqueta, la lámpara pequeña y azulosa y también esta mujer que se peina ante el espejo que tanto y desde tanto la conoce; aquí todo tiene frío y tiene miedo.
Ella, como ayer, ha venido a sentarse ante el espejo y, como ayer, ha visto esas mismas arrugas continuadas que se forman y se ahondan cada día. Como ayer ha sentido el presentimiento de que algo va a suceder. Pero no sucede nada. Al menos dentro de esta casa. Y ha ido a la ventana, y ha mirado esa plaza; los árboles se ven más frondosos desde arriba y la gente, con prisa, luce más pequeña en su pequeñez, al lado de los árboles. Ya no transita mucha gente a esta hora. ¿Por la hora? Y de la calle viene un aire, no tan juguetón, que mueve las cortinas.
En esa plaza y en esas calles ocurren muchas cosas. Sí, hay grandes acontecimientos, como oleadas, que llegan desde afuera; pero rebotan, se van -no interesa a la vida de acá adentro la vida de allá afuera.
Y, ¿qué importa a esta mujer que se mira al espejo hoy del mismo modo que ayer lo hiciera, que estibadores o estudiantes, hace unos días, atravesaran esa plaza vociferando, con carteles, y que desaparecieron por esas calles, como haciendo mutis en un gran escenario? En esas calles se vive y se muere y se trabaja; pero ¿qué importa a una mujer, a la que nunca ha sucedido nada, rodeada de sus mismas cosas desde siempre, que acontecimientos impensados estremezcan las calles de esa plaza?
Se ha sentado a pensar en sus pequeñas cosas. Si ha entrado muy violenta la brisa, ha cerrado el cristal y ha continuado con sus pensamientos. Y si ha escuchado un ruido ligero, después de un momento de atención, ha vuelto a pensar las mismas cosas: la cortina es azul, los muebles caoba, la repisa de cristales, los mosaicos blancos, la luz está apagada. Porque es necesario repetirse para no conocer sucesos que molestan.
Y, ¿por qué ha de marcharse el hijo de la hermana hacia esos montes, si él nada puede resolver? Ella lo dijo: la cosa no es que se alce un muchacho enfermizo como él, sino mucha gente. Que se alce mucha gente.
Ahora vendrá la hermana a lamentarse cada día: ¿enfermará?, ¿sufrirá?, ¿quizás ha de morir? ¿Por qué no dejan las cosas como están? Ella tendrá que soportar todos los días los lamentos, las noticias, las esperas. Y vendrán gentes que darán informes, y se irán. Pero ella queda guardada entre sus cosas. Es mucho mejor estar en espera de algo, que permanecer sin moverse, pero además, sin esperar ya nada.
Mañana el día será como los anteriores. En la plaza, y en el banco que está debajo de la ventana, se sentarán esos dos viejos que cada mañana leen el periódico y conversan al sol; o tal vez uno de ellos ya no venga. Las mujeres pasarán con jabas, con carteras, con velos; al mercado, a misa, a casa de una amiga. Los niños jugarán. Vendrá el periódico, que ella no leerá, y el vendedor de flores o el de viandas.
Y así, las cosas para esta mujer continuarán siendo las mismas.
Quizá recuerde, por un momento, días pasados que fueron distintos o algunos nombres; para pensar después qué fue de aquellos nombres y qué de aquellos días; para concluir con la distancia que separa a esos días y a esos nombres, de este día y del nombre de ella.
Porque es así que a una mujer sola ante su espejo le vienen al recuerdo días y nombres sin asociarlos con ella. Y es así que a una mujer, a quien nunca ha sucedido nada, le parece que nada sucederá jamás.
¿Por qué los estibadores corren por las calles y gritan llevando cartelones, si su labor es cargar y descargar? ¿Por qué el hijo de la hermana decide irse a esos montes y enfermarse, o morir?
Pueden decirle pesimista; a ella no le importa. Ella tuvo también su entusiasmo y su prisa. Pero los nombres de aquellos días no se unieron al suyo y los días pasaron.
¿Por qué no dejan las cosas como están? Pero he aquí que ha sonado el teléfono y a su oído han pronunciado un nombre seguido además de la palabra "muerte".
Ella se ha sentado de nuevo ante la ventana -antes ha cerrado muy bien los cristales y las puertas, se ha cerciorado de que la luz está apagada, pero: ha dejado de peinarse- y ha mirado a la plaza, repitiendo mentalmente: la cortina es azul, los muebles caoba, la repisa de cristales, los mosaicos blancos, la luz está apagada.
Vendrá un nuevo día. Pasarán mujeres. Los niños jugarán. Los dos viejos vendrán a leer el periódico, conversar y tomar el sol; o tal vez uno de ellos ya no venga. ¿Lo ven? Aquí no ha pasado nada... Es diciembre, pero no es invierno; o es este invierno nuestro, así-así, sin más que aire por las calles...
Reynaldo González
Publicado en cubaliteraria.com




A orillas del mar. Roge Durán Gómez



…Y confundimos la estatua de la libertad
con la espuma de la Coca Cola
mirando las olas del mar

Y con la fe de Colón
de llegar a un lugar
nos entro Satanás
con la vida y la muerte pendiendo al azar...


...Y construíamos nidos con ruedas de caucho
y escuchábamos ruidos en forma de aplausos…
[A orillas del mar, Gerardo Alfonso]









Esta es una pequeña muestra de los esplendidos trabajos que realiza el fotógrafo cubano Rogelio Dúrán Gómez desde La Habana. Si queréis conocer más trabajos de Roge,os invito a visitar www.elparpadodelosdurmientes.blogspot.com

jueves, 4 de agosto de 2011

El peso de una Isla




Cuando vengan a buscarme
para ir al baile de los cojos,
diré que no uso muletas,
que mis piernas están intactas.
Bailaré cha-cha-cha y son
hasta caerme en pedazos,
pero ellos insistirán
en llevarme a ese baile extraño.
Con dos hachazos estaré listo,
con dos muletas iré remando,
y cuando entre por esa puerta
me pondrán una coja en los brazos.
Ella me dirá: ¡Amor mío!,
yo le diré: ¡Mi adorada!,
¿cómo fue lo de tus piernas?
¡cuéntame, que estoy sangrando!
Ella, con gran seriedad,
me contará que fue a palos,
pero haciendo de sus tripas
corazón como un brillante,
lanzará una carcajada
que retumbará en la sala.
Después, daremos las vueltas
de estos casos obligados,
saludaremos a diestra, a siniestra
y a muletazos.
Y cuando nadie lo espere,
a las dos de la mañana,
vendrá el verdugo de los cojos
para que no queden rastros.
Virgilio Piñera



Ni blanco ni negro. Carlos Quiles

"Agradece al tiempo que, mucho más sabio que tú, no apresure tus horas de dolor ni se demore en tus momentos de dicha, sino que te los mida con la misma igualdad, con la misma ecuanimidad generosa".
Vicente Gaos
















Os presento algunos de los trabajos, realizados en La Habana,por el fotógrafo Carlos Quiles. Si queréis conocer más trabajos de él,os invito a visitar www.carlosquilesfoto.com

miércoles, 3 de agosto de 2011

Transitar por los días




Los días


los días afuera, con esa luz que
baja hasta perder su definición
y no saber si la luz sale de mí (adentro)
me bebe hacia sus claros horizontes, o está pintada
al borde del muro para continuar 
el enceguecimiento de su propia claridad. 
Yo extraño, la canción que de mi boca recorría
el tiempo inmenso En cada sílaba de su penetración. 
Eso era ser joven. Cuando aún, verde y tibia 
masticaba las ramitas de toronjil con indiferencia. 
Lívida, hoy cruzo este discurso de los días
que ya no pueden sorprenderme
-con su arete pequeño de plata en el lóbulo izquierdo-
bestia y muchacho, para recorrer el resultado feroz de los días
su alucinación de oscurecer sin morir en la carrera
hacia la perdición.
Un azoro en la nuca
y ser el rostro efímero de cualquiera
(de la mujer del disco, por ejemplo) que se raya
al volver desde tus manos grandes.
Un rostro, que sobreimpuesto al mío,
es un rostro encarnizado en morir bajo la misma luz
donde ella y yo hemos permanecido
en lo curvado
en lo que se ha hecho grieta al roer de los días
en lo que ya no te pertenece
en lo que ya no es mi juventud
y todo queda amenazado por la curva
que la trajo y me regresa.

Reina María Rodriguez




De tránsito por La Habana. Bihari Agnés

Uno busca lleno de esperanzas el camino que los sueños prometieron a sus ansias.
Enrique Santos Discépolo

















Estos son algunos de los trabajos realizados por la fotógrafa húngara Bihari Agnés, a la que desde aquí ,le envío mi agradecimiento por haberme permitido compartir con vosotros sus esplendidos trabajos. Si queréis conocer más trabajos de Bihari Agnés, os invito a visitar www.penultimos.nolblog.hu 

lunes, 1 de agosto de 2011

Amar entre versos




Ahora que empieza a caer, del cielo...
                                                                                            A mi esposa
Ahora que empieza a caer, del cielo
de nuestra vida, que sólo nosotros podemos ver,
profundo, estrellado, carne y alma nuestra,
ese polvillo sagaz en tu nocturno pelo,
ahora que el lápiz finísimo, grabando
una medida sagrada, una cantidad misteriosa
del vino que sube en la jarra de la ofrenda,
empieza a trazar, junto a tus ojos, vivos
como ciervos bebiendo en el agua extasiada,
junto a tus labios que han dicho todas las palabras que adoro,
las huellas del tránsito de nuestra juventud,
ahora, lleno de un fuego y de un peso de amor que desconocía
porque estábamos engendrándolo secretamente en nuestro corazón
y es algo mucho más terrible y precioso que el amor
que diariamente conocíamos,
ahora, mujer, ahora, destinada mía,
es cuando quiero hacerte un canto de amor, un homenaje,
que dice únicamente así:

Te amo, lo mismo
en el día de hoy que en la eternidad,
en el cuerpo que en el alma,
y en el alma del cuerpo
y en el cuerpo del alma,
lo mismo en el dolor
que en la bienaventuranza,
para siempre.
Cintio Vitier








Toma mi mano,
hazme sentir que estás cerca
en la novedad de esta hora
en que mi mano es nueva en tu mano,
y es mi mano porque tú la tomas
y mi pecho ha quedado silencioso como ella, anhelante,
en el banco arrobado, suspendido por todas las estrellas.

Fina García Marruz




Estamos

Estás 
haciendo
cosas:
música,
chirimbolos de repuesto,
libros,
hospitales
pan,
días llenos de propósitos,
flotas,
vida, 
con tan pocos materiales.
A veces
se diría
que no puedes llegar hasta mañana,
y de pronto
uno pregunta y sí,
hay cine,
apagones,
lámparas que resucitan,
calle mojada por la maravilla,
ojo del alba,
Juan
y cielo de regreso.
Hay cielo hacia delante.
Todo va saliendo más o menos
bien o mal o peor,
pero se llena el hueco,
se salta,
sigues,
estás haciendo
un esfuerzo conmovedor en tu pobreza,
pueblo mío, 
y hasta horribles carnavales, y hasta
feas vidrieras, y hasta luna.
Repiten los programas,
no hay perfumes
(adoro esa repetición, ese perfume):
no hay, no hay, pero resulta que
hay.
Estás, quiero decir, 
Estamos.

Cintio Vitier



Cuando el tiempo ya es ido
       
Cuando el tiempo ya es ido, uno retorna             
como a la casa de la infancia, a algunos 
días, rostros, sucesos que supieron             
recorrer el camino de nuestro corazón. 
Vuelven de nuevo los cansados pasos             
cada vez más sencillos y más lentos, 
al mismo día, el mismo amigo, el mismo             
viejo sol. Y queremos contar la maravilla 
ciega para los otros, a nuestros ojos clara,             
en donde la memoria ha detenido 
como un pintor, un gesto de la mano,             
una sonrisa, un modo breve de saludar. 
Pues poco a poco el mundo se vuelve impenetrable,             
los ojos no comprenden, la mano ya no toca 
el alimento innombrable, lo real.            


Fina García Marruz



domingo, 31 de julio de 2011

Eliseo Alberto alcanzó la eternidad




Después de batallar durante años contra la enfermedad, a Lichi se le acabaron las fuerzas, las ganas y hasta el aliento. Fueron unos años muy difíciles, con entradas y salidas al hospital constantes, con una paciencia ilimitada porque llegase ese riñón que tanta falta le hacía. Su pesadilla acabó hace 18 días cuando por fin llegó el momento de afrontar su batalla más difícil, recibió el riñón que tanto necesitaba. Nadie dijo que seria fácil la operación, muy al contrario, llegó con las fuerzas justas y muy limitado por sus otros problemas de salud. Pero no se rindió. Durante 18 días hizo que la esperanza se mantuviese viva entre los que le queríamos, entre los que a diario rezábamos por él. Pero hoy, no resistió el último envite de la vida y alcanzó por siempre la eternidad.
Somos muchos los que hoy estamos sumidos en una tristeza inmensa, siempre es difícil perder a un gran hombre, pero hoy se hace especialmente más difícil porque hemos perdido a un gran amigo. Ese que estaba siempre presto y dispuesto a escuchar y ser escuchado, al que le encantaba contar chistes, al que le gustaba cocinar los platos típicos de su amada isla, al que amaba con la vida a su hija María José, al que le apasionaba escribir su columna semanal en Milenio y compartirla previamente con sus amigos más íntimos antes de hacerla llegar para ser editada, al que le apasionaba mirar por la ventana, porque por ahí veía pasar la vida, al que le ilusionaba la visita de sus amigos para compartir horas ilimitadas de charla alrededor de sus famosos frijoles, al que soñaba con volver a ver a su amada Charín bailando para él solo en su Ultima función, al que a diario le gustaba compartir con sus amigos de Facebook su esperanza cotidiana. En este último viaje, estará despidiéndose de todos  desde el cielo, mandará mil besos y mil abrazos a todos los que compartieron con él su camino, nos regalará su paz y generosidad. Y se irá contento y feliz al encuentro de su amado Eliseo, su querida Bella y su adorado Rapi.

Se fue Eliseo Alberto, se fue Lichi, se fue mi Grande