miércoles, 18 de abril de 2012

Mirar de frente. Chila Lynn





“Me gusta mirar de frente siempre, aunque tenga tacón alto. Así que soy mujer de tacón alto que mira de frente. Tengo los pies en la tierra lleve o no tacón, que es lo importante”

Chila Lynn












martes, 17 de abril de 2012

Bajo el cielo de los Dioses. Roger Salas



"Si no estoy en un lugar me hallarás en otro,
en alguna parte te espero".
 Walt Whitman



Baco. Caravaggio




LA COMIDA

La longaniza moteada de púrpura
Chisporrotea; contiene inmundicias
Y aderezo picante de comino rojo.
Los desechos pasados por el fuego
Se convierten en delicioso engaño.
La tripa untuosa también se traga.

La receta sigue siendo la misma:
Grasa pellejo tuétano nervio sangre
Es verdad: somos lo que comemos
.

Ravello 2008-Capodimonte, verano 2010



Ariadna,Venus y Baco. Tintoretto




CORNUTO y PERSIO

Vas a iluminar el elevado íntimo círculo
Donde se regresa a la figura del otro,
La vocecilla oscura parte desde dentro
En la sima donde Persio talla su tristeza,
Hace así un rápido repaso de su aventura
Y de lo que no significa más que desliz.
Marco Anneo Lucano lo supo e hizo eco
Como de un estro sacado por la fuerza.
Todo acabará tan rápida y cruelmente
Como comenzó en un estricto secreto.
Hay un cinismo que prestigia a cualquiera,
Luminosidad que puede llamar a engaño
Por el curioso remate de las vestiduras.
Somos parte de una ciudad implacable
Que agota indolente cualquier fervor.
Sé que mis escritos te parecerán hechos
En otra época, pero ya un día entenderás
Que no pueden ser de otra sino de esta.
Ya ves que el techo hueco del Panteón
Tiene la voluntad perniciosa de ser así:
Te avisa por donde escapa el discurso,
La brutal canícula propicia al revelar
Lo que otro hombre exploró desesperado.
Te veo alejarte a paso firme del templo
Donde el ara tiene manchas oscuras.
La espalda es sólido baluarte fronterizo
Desde donde debes empezar de nuevo
En otra vida, otras ruta quizá hacia el sur.
Nunca más volveré a verte ni a oírte.
Nada se ve desde la ventana de la muerte,
Por ella se salta en un simple alarde
Hacia lo desconocido que resulta espejo.
Lucano vadeó el desprecio de Claudio,
Quien lo mandó injustamente al exilio;
Soportó las lisonjas húmedas de Nerón
Pero orgulloso de sus libretos de danza.
Nada lo salvó de las envidias imperiales
Y la desgracia lo convirtió en cobarde.
Un verso propio le sirve de proemio
Cuando acude a vaciar la vena latente,
Deja un dolor incomprensible en el otro
Pues no hay paradoja ni contradicción
En lo que debe saberse de su historia.

“Puedes purificar el insulto
Enaltecerlo con la mentira
o acotar la frágil distancia
Entre el escupitajo y la daga”.

A veces le faltaba una cierta inspiración
Pero guarda el recurso clásico de la elipsis
Y una habilidad especial de buen escriba:
Oscurecer el verso hasta hacerlo caverna,
Refugiar la idea en un pesante vestido
Para darle el espesor de un escudo tracio.
Scriptitavit et raro et tarde (*) oyó decir.
Un maestro siempre espera la gratitud.
En su lugar este discípulo se escaquea.
Aulo Persio Flaco no quiere escuchar
Aunque Lucio Anneo Cornuto insiste
En decirle de cualquier manera posible
Que el tiempo de hoy como el de ayer
Son exactamente tan únicos como los mismos.
Juntos van a las faldas humeantes del Etna:
“Cuando crees disponer de tiempo,
Cuando ves pasar la prisa ajena
Como algo que no te pertenece,
Así sorprendió la muerte a Persio
A poco de cumplir veintiocho años”

Lo oculto es lo único que puedo demostrar.
La ingratitud del paisaje es sabia indiferencia,
Rampando sube una voz de iniciática tristeza
Y esmalta los bordes mellados del espejo.
Ahora no entenderías el valor del dinero,
Pero después cuando tus carnes se ablanden
Nada te importará como apilar las monedas.
¿Para qué atravesar fatigosamente los siglos
Y hurtar detalles ominosos de la biografía?
Es que el mundo no cambiará lo suficiente
Como para que veamos el envés de la hoja,
Y la prudencia es la madre de la porcelana
Pero aquí sólo tenemos cacharros de barro.

“Le intenté enseñar a callar
Pero algo en él reclamaba
Ruidos y nueces a la vez:
Quería que Roma fuera otra
Siendo a pesar la misma”.

De lo que se puede poseer querido Persio
Poco cabe en el hueco de ambas manos.
Nada hay más allá del rigor de la armadura
Esa que te garantiza una decencia aparente.
Poco hay que justifique inútiles desvelos
O esos actos graciosos de furia vespertina.
Hay un dolor perverso siempre en aquello
Donde el joven muere primero que el anciano.
El viejo apenas puede expresar desolación
Y se conforma con una misión sagrada:
Custodiar con celo biblioteca y escritos,
Preguntarse en solitario una y otra vez:
¿Pero no somos todos algo y bastante griegos? 
Por fortuna, Silvio Itálico vivió para contarlo.

 Roma 2003 – Jersey Island 2007-09


Roger Salas es un ser especial, que a través de sus poemas, logra devolvernos a los paraísos perdidos y poco transitados de los Dioses latinos y helénicos. Estos dos poemas forman parte de su libro de poemas "Muladar". 
Quiero agradecer a Roger la inmensa generosidad al querer compartirlos con todos vosotros en este blog, ya que está prohibida su difusión o reproducción sin expreso deseo del autor.

lunes, 16 de abril de 2012

Repleto de amanecer. Yuraldi Rodríguez Puentes





Yo sembré un cañaveral en una tabla de yuca y los pollos del central dicen que yo soy azucar, y si tu tomas guarapo por la madrugá lo bueno se queda y lo malo se vá...

Yuraldi Rodríguez Puentes



















Yuraldi Rodríguez Puentes, es un joven artista cubano que se sirve de múltiples disciplinas para dar luz al talento que lo habita. Quiero agradecer su inmensa generosidad al permitirme compartir con todos vosotros algunos de sus trabajos.Y para ello,voy a dedicarle especialmente esta canción de Bola de Nieve que tanto le gusta.



viernes, 13 de abril de 2012

Delfín Prats.Conversación con un joven poeta












Niñez en Holguín “Mamá, y ¿dónde botaron a Lutgarda?"...
Me levanto, pongo a hacer café, enciendo la máquina. Tu cuestionario está entre dos archivos muy queridos: mi libro Aguas, una antología preparada por Lourdes González, y una traducción, Desconcierto en la Habana, este es un libro que escribiera un amigo sardo y que yo he estado traduciendo. Tengo que responder el cuestionario. No soy un buen relatador de anécdotas, y las de la infancia se diluyen en los tintes de la nostalgia y al querer relatarlas tienes que luchar contra la irrupción del dolor cuyo único paliativo es la mediación estética. Mi infancia transcurre en ese ámbito bien delimitado de la finca, pero luego se expande, se abre hacia sitios concretos que en la memoria tienen una plenitud de aguacero. ¿Quién es el primer dueño? Pues mi bisabuelo Fernando Prats Torres, a quien no conocí. Su padre debe ser el que vino de Cataluña. Sí tuve tiempo para conocer a la bisabuela, que evidentemente era cubana, y lo más parecido a una anécdota es esa pregunta que yo hago a Mamá. Mira, mi ingenuidad poética de niño se circunscribe a esta pregunta tremenda, cuando yo le pregunto a mi madre: “Mamá, y ¿donde botaron a Lutgarda?. Esa misma abuela es la que reaparece, surgiendo entre dos paredes en mi poema Gestos. Allí afirmo: las auras se comieron a la abuela, y agrego: la echaron a dormir sobre la yerba. Son las transformaciones obligatorias que exige la poesía.


La adolescencia. "El descubrimiento del mar"...
Ya nos hemos tomado casi todo el café y hemos puesto música: Bach, Conciertos de Branderburgo. En este ámbito de la finca, agrandado por la escuela y los espacios que la circundan, transcurre mi infancia, a los doce años me becan en Holguín para cursar los estudios secundarios. En esa escuela paso dos años. En el 61, con solo octavo grado marcho a la campaña de alfabetización. Estimulado por la edad y el entusiasmo de aquellos años me voy a alfabetizar a la Sierra Maestra y es en litoral sureño de estas estribaciones donde transcurren esos meses dichosos y es aquí donde puedo vivir finalmente en la cercanía del mar, y la poza de mis primeros baños en el arroyo que quedaba en la finca de Mercedes, mi maestra de primaria, es suplantada por las infinitas posibilidades del mar abierto, allí, al borde mismo de las estribaciones. No solo me bañaba en el mar, sino que descubrí los bosques de la sierra y aprendí muchas cosas, entre ellas, a ordeñar la vaca de los ancianos en cuya casa vivía, donde yo dormía en mi hamaca en un espacio totalmente abierto del bohío.
Luego de la Sierra vino la beca en La Habana, la escuela de idiomas y el viaje a la URSS. La Habana y Moscú fueron las ciudades de esa primera parte de mi juventud. Ambas fueron vividas por mí desde zonas periféricas, pues acá permanecí en el Reparto Flores, aledaño a la Antigua Universidad de Villanueva, donde radicaba la escuela, y allá en la zona de los albergues de la Universidad de Moscú, donde yo cursé un curso especial para profesor de idioma. Tuve la oportunidad de permanecer un mes en un campamento de pioneros como parte del entrenamiento antes de regresar a mi país. Todo esto, sumado a los espacios de mi infancia, al mar y montañas del periodo de alfabetización, tuvieron gran influencia en lo que luego sería mi primer cuaderno de poemas. En la URSS, acabado de graduarme, pude trabajar con una delegación de cubanos como intérprete y ello definió lo que sería mi trabajo, ya en mi país, desde finales de los años sesentas hasta la década del noventa. Mis conocimientos de idioma ruso servirían para ganarme la vida.

Juventud en La Habana. “Nicolás Guillén del otro lado de la línea”... 
Ya he regresado y estoy trabajando como traductor en el Ministerio de las Fuerzas Armadas. El trabajo era bastante pesado, pues debía permanecer ocho horas en un buró traduciendo textos, manuales de Comunicaciones y esas cosas, pero tenía las noches libres. Es entonces que descubro la noche habanera, otro importante elemento que tanto influiría en mi poesía. He hablado de esto en otras entrevista, aquí en aras de la brevedad diré solo que esas noches de bohemia echaron las bases para el conocimiento de personas y para la continuación de las lecturas, que ahora por primera vez incluyeron un gran número de autores. Por las noches me reunía con esos escritores que había conocido en los clubes del Vedado y por el día leía en los momentos libres, sobre todo después del almuerzo, pues la biblioteca nacional me quedaba al cruzar la calle y allá me iba, a consultar los libros de los que me habían hablado la noche anterior.
Es así como comienzo a escribir. Luego de destruir un primer cuaderno, comienzan a surgir los textos que luego se integrarían al libro que iba a ganar el concurso David en 1968. Aquí, en el piso ocho del edificio del Minfar se escribieron esos textos. Y un día, cuando ya tenía escrita una parte de lo que luego sería Lenguaje de Mudos tuve la idea de hacérselos llegar a Nicolás Guillén, entonces presidente de la Uneac, una organización cuya sede yo había comenzado a frecuentar (visitaba la biblioteca Nacional, la Casa de las Américas y la UNEAC). Y quien te dice que un día en que yo estaba, como era habitual, sentado a mi buró traduciendo un manual, de pronto vienen a avisarme de que tengo una llamada en la oficina de los asesores soviéticos. Era Nicolás Guillén en persona, muy entusiasmado con mis textos. Debe haberle parecido tremendo que un soldado, graduado por demás en la URSS, hubiera escrito aquellos poemas. Fue un gran estímulo. Aquello sirvió para que no solo terminara el libro, sino que lo enviara a la segunda edición del concurso David para escritores noveles. Entre todos esos recuerdos de juventud, que yo llamo mi epopeya de los años de fuego, está ese octavo piso, aquella oficina de los asesores y la voz de Nicolás Guillén del otro lado de la línea.

Karma ‘certitudes e incertidumbres” y una olla “ignora soberanamente la doctrina del yin y el yang”... 
En realidad yo no puedo creer en el karma, no puedo creer en que las cosas que constantemente nos están pasando, sean el producto de aciertos o descalabros ocurridos en vidas pasadas. ¿Qué pasó? Cuando yo concedo esa entrevista estaba en un momento culminante de mis estudios de las ideas y certitudes orientales. Creo que es muy importante para el que ha escrito confrontar esas ideas, certitudes e incertidumbres con las otras, heredadas de su propia tradición. Mira, Montse, yo nunca, afortunadamente, he aspirado a conseguir la iluminación, pero después de estudiar una buena traducción del Bhagavat Gita, y de la asimilación de los fundamentos esenciales del pensamiento budista y del taoísmo, ya vives de otra manera, actúas de otra manera y te proyectas de una forma bien distinta. Dejamos esto aquí. Resulta que se me ha quemado el pan del desayuno, porque no puedes hacer dos cosas a la vez. O devaneas sobre esas incertidumbres o certitudes o atiendes el pan del desayuno, que está en una olla que a pesar de ser china, ignora soberanamente la doctrina del yin y el yang. 

La rutina Holguinera...
La genialidad sería que los días se extendieran sin obstrucción. Pero no es así, quieres cumplir una rutina estricta, pero se interponen los impedimentos. El esquema del día ideal sería este: te levantas, preparas el café, calientas el pan, sin pensar en el Vedanta, por supuesto, desayunas, te bañas, te vistes, y sales. Pasas por la Editorial y vas a conectarte a Internet. Después recoges el almuerzo y ya vuelves para la casa. Almuerzas y te tiras un rato .Si la radio trasmite algo clásico relajante, mejor. A las dos o dos y medias le das una vuelta a la familia, la madre de 88 años y un hermano. Cuando has cumplido con este pequeño deber familiar tienes la tarde y la noche libre, cuelas café, te ocupas del agua y de comprar el pan y escuchas mientras tanto algo de música. No sales de noche y lo ideal es que tengas una buena películas, la ves y a dormir.

La no madurez...
Pero es que no hay madurez, y si hay madurez pues no se alcanza. No se, yo en esto de percibir, cuando se trata de poesía, sigo siendo el mismo de la juventud. Ahora bien, muchos de los poetas que admiro han alcanzado la madurez en plena juventud. Un texto como En la calzada… de Eliseo Diego, aparece en su primer libro. Lo mismo sucede con Dones o con Infancia de William Blake, de Heberto Padilla. Creo también que Nogueras ofreció muy joven los más maduros de sus textos. Pero veo que estoy evadiendo tu pregunta, lo que extrañamos es esa capacidad de emprender la aventura inmediatamente y sin trámites, de irnos ahora mismo a darnos un chapuzón o de irnos contra la floresta, ese delicioso eufemismo que aparece en el Amadís. Vamos a volver al presente de ahora mismo. Esta mañana yo interrumpí el trabajo en el cuestionario. Fui a casa del amigo que me hace el impagable favor de pasarme películas y de vuelta compré algo para prepararme el almuerzo, incluso he comprado hoy un trozo de cerdo, algo que no le aconsejo a ustedes los jóvenes. He comprado también pimientos y tomates para la ensalada, me he preparado te. Luego he almorzado y me he recostado un rato. No te oculto que me duele un poco la cabeza. Es la falta de disciplina, desde que terminé aquella traducción de que te he hablado, no me exponía durante tanto tiempo a las radiaciones de la pantalla. Pero aquí me tienes.

El retorno a la maravilla...
Pues precisamente al lugar donde nació ese texto: la Isla: durante aquellos años de deliciosas aventuras íbamos mucho a la Isla y si no has estado nunca allí pues te recomiendo que vayas cuando otra vez estés en Cuba, añoro también las Ramblas, pues me gusta pasear de arriba abajo y viceversa una y otra vez. Hay muchos lugares a donde me gustaría volver, Baracoa es uno de ellos, donde pasaba unos asfixiantes calores por las noches, pero donde por el día nos bañábamos en la desembocadura del río Miel, o en los charcos de este río en las estribaciones. Decididamente la vida tiene cosas, eventos, lugares, instancias, criaturas que son maravillosos.




Soñando con Arenas...
Sí, fue un solo sueño (en realidad una pesadilla) y en él Reinaldo no tiene la intensión de invitarme a compartir su suerte de exiliado. Fue un hombre de talento y sentir privilegiados, pero acosado por “demonios” muy poderosos, que venían con sus genes, una infancia muy tortuosa y una vida como escritor que coincidió con el peor momento del país y con uno de los más oscuros de la historia contemporánea, la Guerra Fría. Vivió, disfrutó y sufrió mucho y sus contemporáneos y los que vinieron después se lo agradecemos, ese sacrificio que es una obra de arte, como en Proust, que es mucho decir, y que te cuesta la vida. Reinaldo era encantador, lleno de una malicia natural como un fruto o como un objeto folclórico y con aquella envidiable capacidad para contagiarte el disfrute de un libro o de un poema. Son muchos los momentos que compartimos: lugares, playas, parques, viajes, caminatas por la Habana vieja, momentos en el malecón, todo eso. En los últimos años, era una visita muy grata para mí, que trabajaba en Santa María del mar y su llegada cambiaba de pronto mis proyectos, y nos lanzábamos hacia Guanabo. Me parece que esta playa significaba para él el non plus ultra del disfrute, allí pasábamos la tarde, nadábamos, nos bronceábamos y, cosa de lo que nunca se ha hablado, en más de una ocasión lo oí cantar. No lo hacía bien, pero su imitación de los tenores de zarzuela nos hacía realmente felices a ambos durante horas. Luego venía lo mejor, la hora del crepúsculo, y sabemos lo que eso significa para aquellos que tienen la capacidad de vivenciar estéticamente el tiempo, la hora, los lugares. Pero a lo que voy a referirme fue a algo que ocurrió mucho antes y de lo que a menudo hablo con los amigos y fue la permanencia de Reinaldo, durante algunos días, en los predios de mi infancia, en casa de mis padres en la Cuaba. Mi propio padre durante sus últimos años siempre hablaba de aquella visita, sobre todo de la otra persona, el amigo, también escritor, que lo acompañaba. Efectivamente, habían llegado a Holguín de noche y armaron algún revuelo en la pequeña ciudad de provincia porque habían venido con almohadas y todavía yo en el recuerdo me veo atravesando el parque central de Holguín con aquellos dos amigos que cargaban con sus almohadas. Lo que todavía no me explico es como logramos llegar a la Cuaba y si es que esa misma noche fuimos para allá caminando. Esto me parece imposible pues hay algo más de ocho kilómetros de Holguín a la finca. Lo que pasó después para Reinaldo fueron unos días muy felices, tendió una hamaca entre dos árboles y allí estuvo leyendo todos esos días, mientras en la casa pasaban cosas, comelatas, los vecinos que llegaban a conocer a los huéspedes, salidas mías con el otro muchacho a conocer lugares y gentes. Nada lo perturbó, allí pasó esos días absorto entre los árboles.
Cuando en diciembre de 1990 se supo de su muerte, un funcionario me invitó a casa de la madre para darle el pésame. Luego se hizo habitual que siempre que alguien venía tras las huellas de Reinaldo, yo le servía de lazarillo. Gibara sobre todo era el destino más socorrido. Pero como Marcel Proust en la habitación de pareces cubiertas de corcho, Arenas ya había terminado su recorrido. Había concluido su obra.

El agujero de la memoria orwelliano o el libro de un hombre joven...
En realidad el libro nunca fue prohibido, fue arrojado por el agujero de la memoria orwelliano. Los poemas que aparecen en él se fueron incorporando poco a poco en otros libros míos hasta aparecer íntegramente en Abrirse las Constelaciones, colección publicada en 1994, en vísperas de mi participación en el evento llamado la Isla entera, que se celebrara en Madrid ese mismo año. De manera que esos poemas ya no eran una novedad. Pero ahora el Taller de Papel Manufacturado de Holguín los ha publicado por primera vez en un volumen independiente. Creo que eso es muy bueno. El libro en realidad es de un tamaño impresionante y la cantidad de ejemplares muy limitada, por lo que me parecería aconsejable que se hiciera una edición comercial de varios miles de ejemplares para satisfacer la demanda. Yo no lo he leído, ya que esos textos están en mi memoria. Los amigos comentan que los poemas no han envejecido, dicen que es el libro de un joven de hoy en día y ese es el mayor elogio que se me pueda hacer.

No hay que temer...
Esta pregunta se hace comprensible por mi reticencia inicial a responder preguntas. Ya ves, las estoy respondiendo, y si nunca voy a estar del todo satisfecho, pues alguna alegría saco del simple hecho de dialogar contigo y con mis lectores potenciales. Mi posición es transparente. El devenir es imperfecto, sólo el Principio, en su no dualidad, es incuestionable. Nosotros somos criaturas del devenir que estamos unas de éste , otras del otro lado del océano. La poesía es para ser compartida, a éste y al otro lado del canal y del océano. Si así hacemos, no habrá de que temer.

Nada pido...
No- res. 

El milagro puede alcanzarse compartiendo unas hermosas líneas...
No exageremos, yo creo conocer el alcance de lo que he escrito. A veces me conmueve de verdad el hecho de ver que me incluyen en antologías o en revistas al lado poetas que “se asomaron mucho más allá”. Soy bastante escéptico en cuanto al alcance que puede tener la poesía frente al fatum, a lo realmente fatídico, la guerra, los fundamentalismos, esas cosas, dudo mucho que un poema, no digo yo mío, de Dante o Shakespeare pueda inducir un mínimo de luz en la enajenación o el delirio que padece la especie. Dudo de eso. Pero soy sin embargo optimista en otro sentido y es el milagro que puede alcanzarse compartiendo unas hermosas líneas, como el otro día hizo Rank Uiller con los versos iniciales del poema Doria de Ezra Pound. Yo me sabía otra versión y la compartí con él y los dos salimos enriquecidos con la experiencia. Eso es lo que creo. 

Un regalo del joven poeta...

CAVAS
"Caves endins de les tebes paraules:
no saps trobar-ne la cançó".
Salvador Espriu


En lenguajes ancestrales cavo:
no doy con la canción.

Son las formas sin refugio del verso:
ni con el mar ni con el fuego doy.

En el espacio, en las esferas consteladas:
no doy con la canción.

Ni la brisa ni la menuda lluvia
vienen a socorrer esto que soy.
Tu piel se evade
hacia otras certitudes.
No doy con la canción que contuviera
tus preciadas ausencias
y tu estar me restituye
a otro sentir a otra forma
de ver y padecer lugares y palabras.

Los predios
familiares bajo el ventarrón,
antesalas de mayo,
han de hacerse visibles para formar
en sucesivas apariciones
los contornos abstractos.

Ni la palabra madre ni la palabra patria
en vastas comparecencias bajo la llovizna
habrán de socavar la incertidumbre
que me devuelve al nombre del vacío.
En el vacío en lo definitivamente desierto
el nombre del no-res.
Delfín Prats

Terminada en Holguín Cuba, el sábado seis de abril de 2012.


Desde esta humilde ventana al mundo quiero agradecer la generosidad y paciencia de Delfín Prats,el poeta que nos alumbró en muchas albas, el que siempre nos regaló silencio y grandeza, uno de los seres más hermosos que conozco.






















viernes, 6 de abril de 2012

Aire fresco. Danay Suárez




La música sana el alma o la destruye....tiene mucho poder, pero su lenguaje es universal y pienso que no hay que discriminarla por géneros, ni lenguas, sólo encontrar la que conecta contigo.

Danay Suárez 
















miércoles, 4 de abril de 2012

In memoriam. Heriberto Hernández Medina





ÁRBOL, SUEÑO, ETERNIDAD.



I



Sombra si la memoria niega, nombra o protege
y su temblor se torna temblor de húmedo insecto.
Luz que la mano niega sin nombrar el perfecto
mar de aguas y de dudas que en su silencio teje.



Haz que sin ocultarlo, mi sombra se asemeje
a la verdad que traza la mano. Su trayecto
del vacío, surcando la sombra, hacia el proyecto
de espacio en que la luz nuestro temor refleje.



Si la memoria asalta del recuerdo la duda,
ennoblece el designio que agua y aire sustenta,
y el tiempo que elogiara, y el miedo que lamenta.



Del elogio al lamento, no haz de nombrar la aguda
palabra que el espacio innombrable negara,
ni el mar, ni el viento breve que mi silencio ampara.






II



Bajo que humilde tierra parecida al vacío
sueñas la sombra humilde de un sueño que no cesa.
Bajo que sombra etérea o en que amable corteza
grabas el gesto noble que lento inicia el río.



Un temblor insondable de árbol, de baldío
espacio junto al pecho, a su temblor regresa.
Rememora la savia que de su sombra presa
inicia su aventura de sangre y aire frío.



Dialogo, si en las frondas de su mutismo estuve,
en su dialogo eterno, el temblor de la savia
asciende hacia la nube que su silencio agravia.



No inicia el gesto unánime que violenta la nube,
árbol que aguarda insomne su lenta eternidad
de imaginado bosque que sueña la verdad.
Heriberto Hernández Medina


Se nos fue Heriberto entre silencios y noche.,nos sumió en lagrimas y tristeza, pero nos dejó su talento,sus poemas y su eterno recuerdo.Qué los ángeles te cuiden y te mimen...

lunes, 2 de abril de 2012

Paraísos de silencio. Lourdes González Herrero




“A los escritores nos emociona casi todo. Y no hablo aquí de sentimentalismo, sino de sensibilidad. Quizás lo que más nos emociona es lo que aún no hemos podido escribir”.
Lourdes González Herrero




POEMA DE LOS POBRES PARAÍSOS

La coincidencia es una.
Mirábamos la belleza de los jóvenes cuerpos cuando aún disponíamos del gozo de volver a la sombra de unas manos nutricias.
Admiramos la belleza de los cuerpos más jóvenes, y al final, en la casa vencida, contemplamos sus siluetas como quien ve la lluvia rodar por los cristales.
En nada hemos cambiado.
Afuera sigue el tiempo, confuso y agresivo, en su tremendo esfuerzo por ganarnos los días.
El mundo es un abismo al que llegamos, del que partimos, la residencia es nula. Nada pesa ganado ni perdido. Nada nos pertenece, ni siquiera el delirio.
Pero estar desasidos, abrazados al aire, guardando los fragmentos del hoy perecedero, es quizás la sustancia del vivir.
Mañana, habrá que establecer las diferencias entre la libertad y la adicción, de modo que podamos conmovernos.
Los cuerpos que buscamos con las manos, se ocultan, se van tras los hinchados mediodías, desafiando los muros que hemos levantado para impedir hundirnos en el mar.
Es demasiado olvido el de morir.
Y escoger las sutiles pertenencias del dominio, es sólo un sueño más, tan intenso como el de la contemplación de un cuerpo, ignorando que el alma regresará después a la desesperanza.

Del libro Los días del verano (Editorial Oriente, 2003)




EL DRAGÓN DEL SILENCIO

Miro el ojo dorado de la culpa y dentro veo los brumosos contornos de otra isla llamada leyenda.
Me exijo una concentración fascinada para adentrarme en el silencio, para percibir dentro de él las causas de mi constante apego a la casa del dolor.
El riesgo es colosalmente intenso.
Detrás de los nublados horizontes está la mano de mi madre extendida para salvarse. Detrás permanece el que sabe bogar contra la corriente pero no sabe aún vencer.
Se expande el círculo y se inserta la corona arruinada que es el blasón de mi edad, va perdiendo fuerzas la mísera sensación de vivir acechando las campanas del agua, las formas de la harina, los vacíos en las estaciones de la mesa.
El silencio engendra poder. Dicen que asegura que la dicha surja como el agua de un manantial.
El peligro es inexorable.
Miro el ojo dorado del miedo. En él hay una sombra que me conquista. Es la sombra del día de mi nacimiento. La sombra del lugar donde lloré, la sombra del esfuerzo que se vuelve cada vez más difusa, más lejana, que se deja de ver y queda sólo el resplandor dorado del olvido, y el silencio.

Del libro Afuera sangran los caballos (Ediciones Unión, 2008)




LOS PABELLONES

Llueve sobre los pabellones.
El cielo oscurece las claraboyas y, no obstante, si extiendo mi mano ella alcanza a tocar las cúpulas y los granos.
Estamos hechos a semejanza de lo efímero.
Permanecemos tumbados en los largos mediodías sin saber por qué. Sin embargo, volvemos a encontrarnos en las sábanas, frías desde el amanecer.
Nos descubrimos rehaciendo las paredes, llevamos años rehaciéndolas con nuestras manos inútiles. La inutilidad es una rara posesión que oprime, oprime, cerca.

Veo a través de las ventanas el brillo de las pieles de las lagartijas acomodadas bajo la lluvia, entre las hojas de las malangas, pequeñas en la dimensión del mundo.
Abarco las distancias con las manos, sumergiéndolas en las fuentes para tocar sus aguas.
Examino las fronteras, los abismos que simulan restablecer el vacío para que yo me equivoque y muera, pero ya estoy muerta, he comenzado la faena muerta, sola mi sombra va entre las palabras matando los sueños. No los deseo. Me basta el sueño intranquilo del Príncipe.

(Escribo me basta y quedo quieta, mientras mis manos van detrás de los cuerpos amados. Engaño a los cuerpos amados. Sueños como el delirio del Príncipe).

Las tardes en los pabellones son castigadas pese a la lluvia cayendo en los torrentes de la memoria mal tratada, es decir, mal construida, es decir, en la mala memoria, en la que no guarda lo necesario, en la que no almacena las costumbres: comer dentro de un hondo plato, fatigarnos mirando los perfiles que asoman como desconocidos en el espejo, cruzar las zonas blancas de las calles, evadidos del polvo, fugitivos, huyendo de una sombra que nos persigue, que nos oprime, nos cerca.
Humilde despertar del que se sabe muerto.

Abro los ojos desde la realidad de la muerte para mirar inobediente el mundo, el fragmento que he logrado mirar y en el que sin embargo veo los cuerpos amados, el triunfo. Si logro convocarlos aunque sea dudosamente, descansaré aún más, bajo la manta azul, segura, mientras el agua en ondas persiste sobre los pabellones.

Qué jubiloso origen el descanso. Qué jubiloso punto, oculto a las curiosidades, sin apariencia posible.
Dame el derecho a estar en la memoria sólo el tiempo necesario para volver a los cuerpos amados como se vuelve al viaje de la despedida, al tren de las infancias, a la gloria repartida en las pequeñas marginaciones. Un instante en la muerte para entreabrir la vida, un solo color y el milagro sucederá como un arribo, como un tocar al fin las puntas de la madeja que se busca y se busca y se vuelve a buscar, hilando en las huidas.

Qué regocijo al fin la sombra, como el del íbice que aparenta tranquilidad mientras huye, cuando clama desde su fondo por una dulce quietud y su corazón se agita, cada vez más, siguiendo el camino por la línea de las marcas.

Es el pasado, la bóveda entre los tiempos.
Cuánto clamoroso regocijo da el saber que pudiendo ser tantas se es para siempre una.

Llueve sobre los pabellones. Tengo la impresión de que el agua puede desbaratar la casa que hemos construido, pero ya sé que no basta una impresión, sería necesaria una imagen: puertas y puertas, rejas, papeles, cromos, revestimientos, figuras flotando sobre el mar desbordado en los mosaicos.
No basta una impresión y mis ojos están ciegos.

Qué dicha la de volver a la libertad de la sombra, remitida al fruto que se apetece. Lo sabía antes de morir, lo supe antes de cruzar. Puedo todavía retener ciertas bondades de la memoria mal tratada. Algo que no todos decimos.

El tiempo cruza como el zorro de emilio rondando las edades, pero es apenas un animal que intimida, y, además, el agua cae con fuerza impidiendo cualquier demostración del miedo que se siente ante el impulso de crecer. Ante la vida.

Me protejo del agua por primera vez.
Me apetece escucharla. Corporeización del mito de una realidad que apenas está en las páginas de un libro, metáfora de la verdad, de la verdad leve que aparece al morir para expresar la vaguedad con la que se ha vivido.

Los pabellones persisten –como el Príncipe- en crear un sueño, sobre ellos la lluvia furiosamente lo arrasa, arrasa todas las batallas, y, por momentos, en el sonido metálico del agua me parece escuchar el leve roce de los cuerpos amados, la leve obstinación del amor, sus vicios.

Qué fortuna da el imaginar, con cuánto ardor se unen entonces los deseos para formar un impulso: el de entreabrir la muerte para tomar la vida.

(Hay que estar muerto para ser condescendiente, hay que tener, como yo, al alcance de las manos, las distancias que no voy a cruzar, las cúpulas y los granos que sólo tocaré si fallara mi memoria mal tratada, es decir, mi mala memoria).

Llueve sobre los pabellones mientras el tiempo me excluye, prescinde de mí en las calles estrechas que circundan los espacios. Sería aterrador estar vivo persiguiendo a la Quimera, cumpliendo con el destino. Pero con qué gozo transito conociendo la ruta de los torsos amados y de las manos, libres ahora del presente, emancipados, irreductibles a pesar del agua que en furiosas ondas cae sobre los pabellones.

Del libro inédito El Hijo de la Arpista



Desde esta humilde ventana,quiero agradecer a Lourdes su inmensa generosidad al permitirme compartir con todos vosotros algunos de sus trabajos. Espero que disfrutéis mucho de la fuerza que imprimen sus textos,cargados de emoción y mucho sentimiento.