lunes, 5 de diciembre de 2011

Ligero de equipaje,como los hombres que van al mar. Nicolás Guillén




"...Quisiera hacer un verso que tuviera
toda la fragancia de la primavera..."
Nicolás Guillén








No hay martirio más grande que el hondo desconsuelo
de suspirar ausente de los paternos lares,
y deshojar la rosa negra de los pesares
bajo la indiferencia de otro sol y otro cielo.


Oír voces extrañas que nunca uno ha escuchado;
no encontrar un amigo, ni hallar una alegría
y sentirse embriagado de esa melancolía
que al recordarse dejan los tiempos que han pasado.


No hallar a nuestro paso ni una rosa siquiera
que ponga su fragancia sobre nuestro doliente
corazón-golondrina sin luz ni primavera-.


Y llamar al futuro, lejano, incierto y frío,
igual que si llamáramos, desesperadamente
asomados al fondo de un ataúd vacío.
Nicolás Guillén









La tarde pidiendo amor...

La tarde pidiendo amor.
Aire frío, cielo gris.
Muerto sol.
La tarde pidiendo amor.

Pienso en sus ojos cerrados,
la tarde pidiendo amor,
y en sus rodillas sin sangre,
la tarde pidiendo amor,
y en sus manos de uñas verdes,
y en su frente sin color,
y en su garganta sellada...
La tarde pidiendo amor,
la tarde pidiendo amor,
la tarde pidiendo amor.

No.
No, que me sigue los pasos,
no;
que me habló, que me saluda,
no;
que miro pasar su entierro,
no;
que me sonríe, tendida,
tendida, suave y tendida,
sobre la tierra, tendida,
muerta de una vez, tendida...
No.
Nicolás Guillén





Señor Don Nicolás Guillén- Habana

Hace ya tiempo, señor mío y compañero, desde que recibí y leí -apenas recibido- su Sóngoro cosongo, que me propuse escribirle.Después lo he vuelto a leer -se lo he leído a amigos míos- y he oído hablar de usted a García Lorca. No he de ponderarle la profunda impresión que me produjo su libro, sobre todo "Rumba", "Velorio de Papá Montero" y los "Motivos del son". Me penetraron como a poeta y lingüista.La lengua es poesía.Y más que vengo siguiendo el sentido del ritmo, de la música verbal, de los negros y mulatos.No sólo en los poetas negros americanos, que gusto con fruición, sino hasta en los que cantan en papiamento   
-lengua, como sabe, de los de Curaçao- que he aprendido.Es el espíritu de la carne, el sentimiento de la vida directa, inmediata, terrenal.Es, en el fondo, toda una filosofía y toda una religión.Usted habla, al fin del prólogo, de "color cubano".Llegaremos al color humano, universal o integral.La raza espiritual humana se está siempre haciendo.Sobre ella incuba la poesía.Y pues que usted dice:"nuestra risa madrugará sobre los ríos y los pájaros", quiero enviarle aquí una cosilla que escribí el 5 de enero del año pasado, 1931, cuando no conocía su libro.Dice:

Bienaventurados los que lloran,
porque ellos se reirán.
Melchor, Gaspar, Baltasar,
tres magos;Baltasar negro;
noche negra, van los magos
y el negro mirando al cielo
de las estrellas se ríe,
y la blanca luna, espejo
se le ríe, se le ríe,
y el Niño, al ver mago negro
se echa a reír, y su risa
mece el pesebre del cielo.
Risa pura, luna llena,
funden las nieves del suelo.
Conquistarán nuestra tierra
con risa pura de negros:
con risa que es solo risa...
Dios les aguarda riendo;
magia de risa les cría,
noche negra, Dios sin ceño...
Dichosos los que se ríen,
que dormirán sin ensueños!
                 Día de Magos de 1931

Y nada más... por ahora.
Aquí me tiene, ahora en Madrid, en este Parlamento, y regularmente en mi Salamanca.
Le tiende la mano como a un compañero de ensueños,
                 Madrid, 8 VI, 32
Miguel de Unamuno


Esta es una de las cartas que Nicolás Guillén recibió de Miguel de Unamuno, publicada en el libro de memorias "Paginas vueltas" de Nicolás Guillén.  

domingo, 4 de diciembre de 2011

Alguien a quien recordar. Rubén Gónzalez




Uno debe hacer lo que le agrada, porque de lo contrario te sientes mal y el trabajo no sale bien, o padeces haciéndolo.
Rubén Gónzalez




Imagen de Luis Quintanal




Imagen de Luis Quintanal




Imagen de Luis Quintanal




Imagen de Luis Quintanal




Imagen de Luis Quintanal


Estas imágenes fueron realizadas por el fotógrafo cubano Luis Quintanal, en uno de los conciertos que Rubén Gónzalez ofreció en el teatro Karl Marx de La Habana. Desde aquí quiero agradecer la amabilidad de Luis por haberme permitido darle luz ,por primera vez, a estas bellas imágenes del "hombre del piano" .
















Testamento del Pez. Gastón Baquero

Imagen de Desiree Dolron


TESTAMENTO DEL PEZ

Yo te amo, ciudad,
aunque sólo escucho de ti el lejano rumor,
aunque soy en tu olvido una isla invisible,
porque resuenas y tiemblas y me olvidas,
yo te amo, ciudad.

Yo te amo, ciudad,
cuando la lluvia nace súbita en tu cabeza
amenazando disolverte el rostro numeroso,
cuando hasta el silente cristal en que resido
las estrellas arrojan su esperanza,
cuando sé que padeces,
cuando tu risa espectral se deshace en mis oídos,
cuando mi piel te arde en la memoria,
cuando recuerdas, niegas, resucitas, pereces,
yo te amo, ciudad.



Yo te amo, ciudad,
cuando desciendes lívida y extática
en el sepulcro breve de la noche,
cuando alzas los párpados fugaces
ante el fervor castísimo,
cuando dejas que el sol se precipite
como un río de abejas silenciosas,
como un rostro inocente de manzana,
como un niño que dice acepto y pone su mejilla.

Yo te amo, ciudad,
porque te veo lejos de la muerte,
porque la muerte pasa y tú la miras
con tus ojos de pez, con tu radiante
rostro de pez que se presiente libre;
porque la muerte llega y tú la sientes
cómo mueve sus manos invisibles,
cómo arrebata y pide, cómo muerde
y tú la miras, la oyes sin moverte, la desdeñas,
vistes la muerte de ropajes pétreos,
la vistes de ciudad, la desfiguras
dándole el rostro múltiple que tienes,
vistiéndola de iglesia, de plaza o cementerio,
haciéndola quedarse inmóvil bajo el río,
haciéndola sentirse un puente milenario,
volviéndola de piedra, volviéndola de noche,
volviéndola ciudad enamorada, y la desdeñas,
la vences, la reclinas,
como si fuese un perro disecado,
o el bastón de un difunto,
o las palabras muertas de un difunto.

Yo te amo, ciudad,
porque la muerte nunca te abandona,
porque te sigue el perro de la muerte
y te dejas lamer desde los pies al rostro,
porque la muerte es quien te hace el sueño,
te inventa lo nocturno en sus entrañas,
hace callar los ruidos fingiendo que dormitas,
y tú la ves crecer en tus entrañas,
pasearse en tus jardines con sus ojos color de amapola,
con su boca amorosa, su luz de estrella en los labios,
la escuchas cómo roe y cómo lame,
cómo de pronto te arrebata un hijo,
te arrebata una flor, te destruye un jardín,
y te golpea los ojos y la miras
sacando tu sonrisa indiferente,
dejándola que sueñe con su imperio,
soñándose tu nombre y tu destino.
Pero eres tú, ciudad, color del mundo,
tú eres quien haces que la muerte exista;
la muerte está en tus manos prisionera,
es tus casas de piedra, es tus calles, tu cielo.

Yo soy un pez, un eco de la muerte,
en mi cuerpo la muerte se aproxima
hacia los seres tiernos resonando,
y ahora la siento en mí incorporada,
ante tus ojos, ante tu olvido, ciudad, estoy muriendo,
me estoy volviendo un pez de forma indestructible,
me estoy quedando a solas con mi alma,
siento cómo la muerte me mira fijamente,
cómo ha iniciado un viaje extraño por mi alma,
cómo habita mi estancia más callada,
mientras descansas, ciudad, mientras olvidas.

Yo no quiero morir, ciudad, yo soy tu sombra,
yo soy quien vela el trazo de tu sueño,
quien conduce la luz hasta tus puertas,
quien vela tu dormir, quien te despierta;
yo soy un pez, he sido niño y nube,
por tus calles ciudad yo fui geranio,
bajo algún cielo fui la dulce lluvia,
luego la nieve pura, limpia lana, sonrisa de mujer,
sombrero, fruta, estrépito, silencio,
la aurora, lo nocturno, lo imposible,
el fruto que madura, el brillo de una espada,
yo soy un pez, ángel he sido,
cielo, paraíso, escala, estruendo,
el salterio, la flauta, la guitarra,
la carne, el esqueleto, la esperanza,
el tambor y la tumba.

Yo te amo, ciudad,
cuando persistes,
cuando la muerte tiene que sentarse
como un gigante ebrio a contemplarte,
porque alzas sin paz en cada instante
todo lo que destruye con sus ojos,
porque si un niño muere lo eternizas,
si un ruiseñor perece tú resuenas,
y siempre estás, ciudad, ensimismada,
creándote la eterna semejanza,
desdeñando la muerte,
cortándole el aliento con tu risa,
poniéndola de espalda contra un muro,
inventándote el mar, los cielos, los sonidos,
oponiendo a la muerte tu estructura
de impalpable tejido y de esperanza.

Quisiera ser sombra entre tus calles
una sombra cualquiera, un objeto, una estrella,
navegarte la dura superficie dejando el mar,
dejarlo con su espejo de formas moribundas,
donde nada recuerda tu existencia,
y perderme hacia ti, ciudad amada,
quedándome en tus manos recogido,
eterno pez, ojos eternos,
sintiéndote pasar por mi mirada
y perderme algún día dándome en nube y llanto,
contemplando, ciudad, desde tu cielo único y humilde
tu sombra gigantesca laborando,
en sueño y en vigilia,
en otoño, en invierno,
en medio de la verde primavera,
en la extensión radiante del verano,
en la patria sonora de los frutos,
en las luces del sol, en las sombras viajeras por los muros.

Gastón Baquero