viernes, 13 de abril de 2012

Delfín Prats.Conversación con un joven poeta












Niñez en Holguín “Mamá, y ¿dónde botaron a Lutgarda?"...
Me levanto, pongo a hacer café, enciendo la máquina. Tu cuestionario está entre dos archivos muy queridos: mi libro Aguas, una antología preparada por Lourdes González, y una traducción, Desconcierto en la Habana, este es un libro que escribiera un amigo sardo y que yo he estado traduciendo. Tengo que responder el cuestionario. No soy un buen relatador de anécdotas, y las de la infancia se diluyen en los tintes de la nostalgia y al querer relatarlas tienes que luchar contra la irrupción del dolor cuyo único paliativo es la mediación estética. Mi infancia transcurre en ese ámbito bien delimitado de la finca, pero luego se expande, se abre hacia sitios concretos que en la memoria tienen una plenitud de aguacero. ¿Quién es el primer dueño? Pues mi bisabuelo Fernando Prats Torres, a quien no conocí. Su padre debe ser el que vino de Cataluña. Sí tuve tiempo para conocer a la bisabuela, que evidentemente era cubana, y lo más parecido a una anécdota es esa pregunta que yo hago a Mamá. Mira, mi ingenuidad poética de niño se circunscribe a esta pregunta tremenda, cuando yo le pregunto a mi madre: “Mamá, y ¿donde botaron a Lutgarda?. Esa misma abuela es la que reaparece, surgiendo entre dos paredes en mi poema Gestos. Allí afirmo: las auras se comieron a la abuela, y agrego: la echaron a dormir sobre la yerba. Son las transformaciones obligatorias que exige la poesía.


La adolescencia. "El descubrimiento del mar"...
Ya nos hemos tomado casi todo el café y hemos puesto música: Bach, Conciertos de Branderburgo. En este ámbito de la finca, agrandado por la escuela y los espacios que la circundan, transcurre mi infancia, a los doce años me becan en Holguín para cursar los estudios secundarios. En esa escuela paso dos años. En el 61, con solo octavo grado marcho a la campaña de alfabetización. Estimulado por la edad y el entusiasmo de aquellos años me voy a alfabetizar a la Sierra Maestra y es en litoral sureño de estas estribaciones donde transcurren esos meses dichosos y es aquí donde puedo vivir finalmente en la cercanía del mar, y la poza de mis primeros baños en el arroyo que quedaba en la finca de Mercedes, mi maestra de primaria, es suplantada por las infinitas posibilidades del mar abierto, allí, al borde mismo de las estribaciones. No solo me bañaba en el mar, sino que descubrí los bosques de la sierra y aprendí muchas cosas, entre ellas, a ordeñar la vaca de los ancianos en cuya casa vivía, donde yo dormía en mi hamaca en un espacio totalmente abierto del bohío.
Luego de la Sierra vino la beca en La Habana, la escuela de idiomas y el viaje a la URSS. La Habana y Moscú fueron las ciudades de esa primera parte de mi juventud. Ambas fueron vividas por mí desde zonas periféricas, pues acá permanecí en el Reparto Flores, aledaño a la Antigua Universidad de Villanueva, donde radicaba la escuela, y allá en la zona de los albergues de la Universidad de Moscú, donde yo cursé un curso especial para profesor de idioma. Tuve la oportunidad de permanecer un mes en un campamento de pioneros como parte del entrenamiento antes de regresar a mi país. Todo esto, sumado a los espacios de mi infancia, al mar y montañas del periodo de alfabetización, tuvieron gran influencia en lo que luego sería mi primer cuaderno de poemas. En la URSS, acabado de graduarme, pude trabajar con una delegación de cubanos como intérprete y ello definió lo que sería mi trabajo, ya en mi país, desde finales de los años sesentas hasta la década del noventa. Mis conocimientos de idioma ruso servirían para ganarme la vida.

Juventud en La Habana. “Nicolás Guillén del otro lado de la línea”... 
Ya he regresado y estoy trabajando como traductor en el Ministerio de las Fuerzas Armadas. El trabajo era bastante pesado, pues debía permanecer ocho horas en un buró traduciendo textos, manuales de Comunicaciones y esas cosas, pero tenía las noches libres. Es entonces que descubro la noche habanera, otro importante elemento que tanto influiría en mi poesía. He hablado de esto en otras entrevista, aquí en aras de la brevedad diré solo que esas noches de bohemia echaron las bases para el conocimiento de personas y para la continuación de las lecturas, que ahora por primera vez incluyeron un gran número de autores. Por las noches me reunía con esos escritores que había conocido en los clubes del Vedado y por el día leía en los momentos libres, sobre todo después del almuerzo, pues la biblioteca nacional me quedaba al cruzar la calle y allá me iba, a consultar los libros de los que me habían hablado la noche anterior.
Es así como comienzo a escribir. Luego de destruir un primer cuaderno, comienzan a surgir los textos que luego se integrarían al libro que iba a ganar el concurso David en 1968. Aquí, en el piso ocho del edificio del Minfar se escribieron esos textos. Y un día, cuando ya tenía escrita una parte de lo que luego sería Lenguaje de Mudos tuve la idea de hacérselos llegar a Nicolás Guillén, entonces presidente de la Uneac, una organización cuya sede yo había comenzado a frecuentar (visitaba la biblioteca Nacional, la Casa de las Américas y la UNEAC). Y quien te dice que un día en que yo estaba, como era habitual, sentado a mi buró traduciendo un manual, de pronto vienen a avisarme de que tengo una llamada en la oficina de los asesores soviéticos. Era Nicolás Guillén en persona, muy entusiasmado con mis textos. Debe haberle parecido tremendo que un soldado, graduado por demás en la URSS, hubiera escrito aquellos poemas. Fue un gran estímulo. Aquello sirvió para que no solo terminara el libro, sino que lo enviara a la segunda edición del concurso David para escritores noveles. Entre todos esos recuerdos de juventud, que yo llamo mi epopeya de los años de fuego, está ese octavo piso, aquella oficina de los asesores y la voz de Nicolás Guillén del otro lado de la línea.

Karma ‘certitudes e incertidumbres” y una olla “ignora soberanamente la doctrina del yin y el yang”... 
En realidad yo no puedo creer en el karma, no puedo creer en que las cosas que constantemente nos están pasando, sean el producto de aciertos o descalabros ocurridos en vidas pasadas. ¿Qué pasó? Cuando yo concedo esa entrevista estaba en un momento culminante de mis estudios de las ideas y certitudes orientales. Creo que es muy importante para el que ha escrito confrontar esas ideas, certitudes e incertidumbres con las otras, heredadas de su propia tradición. Mira, Montse, yo nunca, afortunadamente, he aspirado a conseguir la iluminación, pero después de estudiar una buena traducción del Bhagavat Gita, y de la asimilación de los fundamentos esenciales del pensamiento budista y del taoísmo, ya vives de otra manera, actúas de otra manera y te proyectas de una forma bien distinta. Dejamos esto aquí. Resulta que se me ha quemado el pan del desayuno, porque no puedes hacer dos cosas a la vez. O devaneas sobre esas incertidumbres o certitudes o atiendes el pan del desayuno, que está en una olla que a pesar de ser china, ignora soberanamente la doctrina del yin y el yang. 

La rutina Holguinera...
La genialidad sería que los días se extendieran sin obstrucción. Pero no es así, quieres cumplir una rutina estricta, pero se interponen los impedimentos. El esquema del día ideal sería este: te levantas, preparas el café, calientas el pan, sin pensar en el Vedanta, por supuesto, desayunas, te bañas, te vistes, y sales. Pasas por la Editorial y vas a conectarte a Internet. Después recoges el almuerzo y ya vuelves para la casa. Almuerzas y te tiras un rato .Si la radio trasmite algo clásico relajante, mejor. A las dos o dos y medias le das una vuelta a la familia, la madre de 88 años y un hermano. Cuando has cumplido con este pequeño deber familiar tienes la tarde y la noche libre, cuelas café, te ocupas del agua y de comprar el pan y escuchas mientras tanto algo de música. No sales de noche y lo ideal es que tengas una buena películas, la ves y a dormir.

La no madurez...
Pero es que no hay madurez, y si hay madurez pues no se alcanza. No se, yo en esto de percibir, cuando se trata de poesía, sigo siendo el mismo de la juventud. Ahora bien, muchos de los poetas que admiro han alcanzado la madurez en plena juventud. Un texto como En la calzada… de Eliseo Diego, aparece en su primer libro. Lo mismo sucede con Dones o con Infancia de William Blake, de Heberto Padilla. Creo también que Nogueras ofreció muy joven los más maduros de sus textos. Pero veo que estoy evadiendo tu pregunta, lo que extrañamos es esa capacidad de emprender la aventura inmediatamente y sin trámites, de irnos ahora mismo a darnos un chapuzón o de irnos contra la floresta, ese delicioso eufemismo que aparece en el Amadís. Vamos a volver al presente de ahora mismo. Esta mañana yo interrumpí el trabajo en el cuestionario. Fui a casa del amigo que me hace el impagable favor de pasarme películas y de vuelta compré algo para prepararme el almuerzo, incluso he comprado hoy un trozo de cerdo, algo que no le aconsejo a ustedes los jóvenes. He comprado también pimientos y tomates para la ensalada, me he preparado te. Luego he almorzado y me he recostado un rato. No te oculto que me duele un poco la cabeza. Es la falta de disciplina, desde que terminé aquella traducción de que te he hablado, no me exponía durante tanto tiempo a las radiaciones de la pantalla. Pero aquí me tienes.

El retorno a la maravilla...
Pues precisamente al lugar donde nació ese texto: la Isla: durante aquellos años de deliciosas aventuras íbamos mucho a la Isla y si no has estado nunca allí pues te recomiendo que vayas cuando otra vez estés en Cuba, añoro también las Ramblas, pues me gusta pasear de arriba abajo y viceversa una y otra vez. Hay muchos lugares a donde me gustaría volver, Baracoa es uno de ellos, donde pasaba unos asfixiantes calores por las noches, pero donde por el día nos bañábamos en la desembocadura del río Miel, o en los charcos de este río en las estribaciones. Decididamente la vida tiene cosas, eventos, lugares, instancias, criaturas que son maravillosos.




Soñando con Arenas...
Sí, fue un solo sueño (en realidad una pesadilla) y en él Reinaldo no tiene la intensión de invitarme a compartir su suerte de exiliado. Fue un hombre de talento y sentir privilegiados, pero acosado por “demonios” muy poderosos, que venían con sus genes, una infancia muy tortuosa y una vida como escritor que coincidió con el peor momento del país y con uno de los más oscuros de la historia contemporánea, la Guerra Fría. Vivió, disfrutó y sufrió mucho y sus contemporáneos y los que vinieron después se lo agradecemos, ese sacrificio que es una obra de arte, como en Proust, que es mucho decir, y que te cuesta la vida. Reinaldo era encantador, lleno de una malicia natural como un fruto o como un objeto folclórico y con aquella envidiable capacidad para contagiarte el disfrute de un libro o de un poema. Son muchos los momentos que compartimos: lugares, playas, parques, viajes, caminatas por la Habana vieja, momentos en el malecón, todo eso. En los últimos años, era una visita muy grata para mí, que trabajaba en Santa María del mar y su llegada cambiaba de pronto mis proyectos, y nos lanzábamos hacia Guanabo. Me parece que esta playa significaba para él el non plus ultra del disfrute, allí pasábamos la tarde, nadábamos, nos bronceábamos y, cosa de lo que nunca se ha hablado, en más de una ocasión lo oí cantar. No lo hacía bien, pero su imitación de los tenores de zarzuela nos hacía realmente felices a ambos durante horas. Luego venía lo mejor, la hora del crepúsculo, y sabemos lo que eso significa para aquellos que tienen la capacidad de vivenciar estéticamente el tiempo, la hora, los lugares. Pero a lo que voy a referirme fue a algo que ocurrió mucho antes y de lo que a menudo hablo con los amigos y fue la permanencia de Reinaldo, durante algunos días, en los predios de mi infancia, en casa de mis padres en la Cuaba. Mi propio padre durante sus últimos años siempre hablaba de aquella visita, sobre todo de la otra persona, el amigo, también escritor, que lo acompañaba. Efectivamente, habían llegado a Holguín de noche y armaron algún revuelo en la pequeña ciudad de provincia porque habían venido con almohadas y todavía yo en el recuerdo me veo atravesando el parque central de Holguín con aquellos dos amigos que cargaban con sus almohadas. Lo que todavía no me explico es como logramos llegar a la Cuaba y si es que esa misma noche fuimos para allá caminando. Esto me parece imposible pues hay algo más de ocho kilómetros de Holguín a la finca. Lo que pasó después para Reinaldo fueron unos días muy felices, tendió una hamaca entre dos árboles y allí estuvo leyendo todos esos días, mientras en la casa pasaban cosas, comelatas, los vecinos que llegaban a conocer a los huéspedes, salidas mías con el otro muchacho a conocer lugares y gentes. Nada lo perturbó, allí pasó esos días absorto entre los árboles.
Cuando en diciembre de 1990 se supo de su muerte, un funcionario me invitó a casa de la madre para darle el pésame. Luego se hizo habitual que siempre que alguien venía tras las huellas de Reinaldo, yo le servía de lazarillo. Gibara sobre todo era el destino más socorrido. Pero como Marcel Proust en la habitación de pareces cubiertas de corcho, Arenas ya había terminado su recorrido. Había concluido su obra.

El agujero de la memoria orwelliano o el libro de un hombre joven...
En realidad el libro nunca fue prohibido, fue arrojado por el agujero de la memoria orwelliano. Los poemas que aparecen en él se fueron incorporando poco a poco en otros libros míos hasta aparecer íntegramente en Abrirse las Constelaciones, colección publicada en 1994, en vísperas de mi participación en el evento llamado la Isla entera, que se celebrara en Madrid ese mismo año. De manera que esos poemas ya no eran una novedad. Pero ahora el Taller de Papel Manufacturado de Holguín los ha publicado por primera vez en un volumen independiente. Creo que eso es muy bueno. El libro en realidad es de un tamaño impresionante y la cantidad de ejemplares muy limitada, por lo que me parecería aconsejable que se hiciera una edición comercial de varios miles de ejemplares para satisfacer la demanda. Yo no lo he leído, ya que esos textos están en mi memoria. Los amigos comentan que los poemas no han envejecido, dicen que es el libro de un joven de hoy en día y ese es el mayor elogio que se me pueda hacer.

No hay que temer...
Esta pregunta se hace comprensible por mi reticencia inicial a responder preguntas. Ya ves, las estoy respondiendo, y si nunca voy a estar del todo satisfecho, pues alguna alegría saco del simple hecho de dialogar contigo y con mis lectores potenciales. Mi posición es transparente. El devenir es imperfecto, sólo el Principio, en su no dualidad, es incuestionable. Nosotros somos criaturas del devenir que estamos unas de éste , otras del otro lado del océano. La poesía es para ser compartida, a éste y al otro lado del canal y del océano. Si así hacemos, no habrá de que temer.

Nada pido...
No- res. 

El milagro puede alcanzarse compartiendo unas hermosas líneas...
No exageremos, yo creo conocer el alcance de lo que he escrito. A veces me conmueve de verdad el hecho de ver que me incluyen en antologías o en revistas al lado poetas que “se asomaron mucho más allá”. Soy bastante escéptico en cuanto al alcance que puede tener la poesía frente al fatum, a lo realmente fatídico, la guerra, los fundamentalismos, esas cosas, dudo mucho que un poema, no digo yo mío, de Dante o Shakespeare pueda inducir un mínimo de luz en la enajenación o el delirio que padece la especie. Dudo de eso. Pero soy sin embargo optimista en otro sentido y es el milagro que puede alcanzarse compartiendo unas hermosas líneas, como el otro día hizo Rank Uiller con los versos iniciales del poema Doria de Ezra Pound. Yo me sabía otra versión y la compartí con él y los dos salimos enriquecidos con la experiencia. Eso es lo que creo. 

Un regalo del joven poeta...

CAVAS
"Caves endins de les tebes paraules:
no saps trobar-ne la cançó".
Salvador Espriu


En lenguajes ancestrales cavo:
no doy con la canción.

Son las formas sin refugio del verso:
ni con el mar ni con el fuego doy.

En el espacio, en las esferas consteladas:
no doy con la canción.

Ni la brisa ni la menuda lluvia
vienen a socorrer esto que soy.
Tu piel se evade
hacia otras certitudes.
No doy con la canción que contuviera
tus preciadas ausencias
y tu estar me restituye
a otro sentir a otra forma
de ver y padecer lugares y palabras.

Los predios
familiares bajo el ventarrón,
antesalas de mayo,
han de hacerse visibles para formar
en sucesivas apariciones
los contornos abstractos.

Ni la palabra madre ni la palabra patria
en vastas comparecencias bajo la llovizna
habrán de socavar la incertidumbre
que me devuelve al nombre del vacío.
En el vacío en lo definitivamente desierto
el nombre del no-res.
Delfín Prats

Terminada en Holguín Cuba, el sábado seis de abril de 2012.


Desde esta humilde ventana al mundo quiero agradecer la generosidad y paciencia de Delfín Prats,el poeta que nos alumbró en muchas albas, el que siempre nos regaló silencio y grandeza, uno de los seres más hermosos que conozco.