sábado, 9 de junio de 2012

El rock también existe.Dagoberto Pedraja






Sin música para decorarlo, el tiempo es sólo un puñado de aburridos plazos límite de producción o fechas en las cuales deben pagarse las cuentas.

Frank Zappa







Os presento a uno de los guitarristas de rock más portentosos de La Isla,Dagoberto Pedraja. Os recomiendo que veáis el primer vídeo,en el que el mismo Dago hace un recorrido a través de su visión del rock dentro de un país donde este estilo de música siempre ha estado conviviendo entre sombras con el son,la salsa,los boleros,la rumba...Como veis,el Rock también existe.

jueves, 7 de junio de 2012

Lugares perdidos. Magali Alabau





Sobre las olas de la vida, en el vocerío del viento y del agua, el pensamiento del poeta está siempre flotando y bailando.

Rabindranath Tagore





LUGARES PERDIDOS
Cuántos lugares he perdido,
cuánto tiempo merecedor de algún recuerdo,
cuántos trapos
pegados a palabras,
disolviendo
la confesión exacta,
el malestar, el miedo.
Para qué merodear
los escondrijos donde quedaron
los papeles en blanco.
No tuve miedo en los montes
cuando ordenaron darle lustre
a las legumbres,
sentada sobre el trozo de los troncos,
contando los castigos,
lavando el tubérculo carnoso
que todos comeríamos.

Escapadas en el mundo
de secuelas prohibidas,
las calles
cercándome en la cita,
llegando cada una por su lado,
respiración sobrecogida,
espasmódica,
te quiero así, temblando.
Tieso el deseo de aprehensión,
tantos ojos mirando,
acosando el espacio,
mis labios temblando
por la incisión de
no poder amarnos.
La Habana sabe a guagua sudorosa
cuando pierdes las cuerdas y caminas
resignada a la obediencia
entre pasando monumentos a los héroes
que están siempre al acecho.
Me senté en ese mármol frío
a pasar la noche desafiando
la fiebre y el ácido del cuerpo.
El uniforme
de patético verde,
botas desgastadas,
medias con sus huecos y
tirantes aguantando
un alma que perdió sus partes
entre el Malecón y las calles de la Rampa.

¿Y qué vino después
de los silencios,
de las resignaciones,
de las admoniciones
después de los suicidios,
los fusilamientos
y desapariciones?
Amigos y fantasmas,
recuerdos del vacío
donde conocí los rostros
hervidos por el fanatismo
y esos otros liberales
alojados en las habitaciones
privilegiadas de un Country Club cualquiera.
Un maestro, con su cuadrilla de nosotros,
nos debe el sobresalto a la poesía.
Poesía Pura la llamaba,
dedicada a la privilegiada inteligencia,
promesa de una generación perdida
entre el ómnibus y los aeropuertos,
entre las estacas y las factorías.
Ausente
del espíritu que mueve
y nos gobierna
en oficios de magos y virtudes vagabundas.
¿A dónde fuiste en esa pesadilla
multiplicada por blancas piedrecitas de la noche
que te hicieron correr por calles medievales
antes del tiempo asignado para ti?
Acorralar el tiempo,
sus sarcasmos,
tus ojos negros
de ironía y pesar,
regalo del ardid y la locura.
Sonámbulo y en sombras
apareces engañado
con la imaginación de los vecinos,
del sepulturero que seguías
o que buscabas
en esas tardes
de nada cotidiana,
bastiones de ideales
que astutamente me perseguirían.
Soy inútil dijiste
para toda la actividad del día y de la tarde.
Lenguas aparecen
y mi mapa es el cuerpo,
la retina,
las ganas de oírte,
los presagios,
la afinidad y el borde,
la sonrisa,
la sorpresa,
el domicilio,
un regalo,
una oda a la perfidia,
al testimonio,
a la anémona.

Discernir,
volver
al insomnio pasado,
volver atrás para entender
el desafío,
la luz pura,
la destreza de lo eterno.
Apagado el aliento
convulso al final,
rodeado de enemigos
resuelves tu sentencia
tomando el agua
donde se diluyó el veneno
repartido entre copos de nieve.
¿Dónde dejaste el lustre de tu piel de vivo?
¿Cuándo cambiaste tu foto de ahora
por el color morado
de tantas convulsiones?
¿En qué radica la esencia
de lo patético?
¿En qué encargo?
Me haces presenciar
la corrupción de tu paisaje.
¿Por qué tengo que usar la ropa negra
de alguna escena de teatro?
¿Por qué me haces asistir
a esa capilla donde en la caja
insinúas una tranquilidad que yo no creo?
Te quedas solo,
panorama de velas encendidas
con basura deshecha
sobre el piso
y las sillas.

Lo irracional
y el lenguaje que no hablamos
acaso ¿podrías descifrarlo?
El método
de uñas que se pintan
en esas conversaciones
de la mano inclinada,
incinerada.
Señora Mano con uñas,
deme un dedo pintado,
quítese pellejo,
hazme fina y endeble,
manos llenas de venas azules como ríos,
anchas, uñas desvencijadas,
carcomidas por los pensamientos.
Mientras te veo trajinar
con las cutículas
persisto en el remoto origen
de ese laberinto en que me pierdo.

Iluminada
con la piel blancuzca,
los ojos fijos en el metal
del horizonte.
Brújula y compás
describiendo
ocasiones y objetos.
Descubre tu corazón,
olvídate del resto,
de las inoportunas arrugas avanzadas,
las venas de las piernas,
las fortificaciones y dobleces.
Absorbe lo poético, el minuto
que te ha sobresaltado,
la angustia
en la palabra,
ese arañazo del destino,
el riesgo,
el paso al infinito,
a los términos
donde se abandona toda regla
y el contrato.
Merodea la lámpara apagada,
lo temporal con sus definiciones
y demonios que anuncian
el orden, siempre el orden.
No hay clarividencia en esos días
de batallas en guerras cotidianas.
¿Por qué usar la pluma
cuando sólo bastaría imaginarla?
¿Dónde estoy?
En trance a todas horas,
allá voy al agónico,
al deber que me empuja
a mirar el espejo que es un lago,
que es un río
que hay que atravesar,
que me propone llegar
hasta el final de la escalera,
al destino indomable
o a ese portarme bien,
ser placentera y tenaz,
dócil, abnegada,
desprendida y sensible
a las necesidades.


Imagen de Jeronimo Arteaga-Silva


IRME 

Esta idea de irme
se la debo a George Gershwin,
a Billie Holiday,
a Janis Joplin.
Esta idea de quemar las naves
se la debo a John Updike,
a William Faulkner,
a Fitzgerald
y a Dos Passos.
Cuando me faltaban las raciones
y eran de baking soda las frituras
y llena de miseria
llevaba compradores de muebles
a llevarse los vestuarios
y las joyas a escondidas,
me elevaba
esa música de un país
lleno de nostalgia.
Cuando esperaba
esa noticia milagrosa
telegráfica y telegrafiada
que daba el sello a mi destierro,
era Gershwin con sus
acordes victoriosos
quien me animaba
a pensar
en el futuro.
Sentada en el sofá,
en uno de esos muebles
que nunca fue intercambio
de unas libras de arroz
o de unos huevos
esperaba que Billie
entrara
en la sala sin luz.
En cualquier momento
cantando alucinada,
me despertaría
avisándome del fuego
que uno de sus cigarrillos
dejara en el colchón.
Y aquel fuego
provocado
por eso de no saber
dónde, vida, me mandabas,
a qué cuarto,
a qué antro,
aquel fuego
reforzaba la idea
de esa grandeza innata
del lamento.

Summertime en mi maleta
escasa,
con ese monedero
tan vacío
en ese registrar en vano
de qué es lo que permiten
que una lleve.
Me quitaron
lo irremplazable.
Todo lo que yo quería
lo dejé en esos
días de verano,
días calurosos de plazas
y bosques en La Habana,
esa gloria del mar
y el malecón entero.
Dejé todo en esas casas,
dejé rostros que no extraño
pero que quise o aún quiero.
Dejé esas noches
de paseos sin rumbos
tocando las ceibas
del camino,
dejé la risa en esas
piscinas del hotel
Havana Hilton
que Janis
me hacía recorrer
de arriba abajo
sin pensar siquiera
que el hambre me asediaba.
La espera,
aún el tocadiscos toca
y aún la presidenta del comité
pregunta:
¿Anoche no hubo un fuego
en el departamento?
Y le miento a todas anchas
porque en esa fecha
y en esas omisiones
estaban todas las mentiras
perdidas de mi vida.
Era un ensayo — le decía
de una obra teatral,
no, no era fuego real
de esos prendidos
por el ocio
o por la angustia.
Y cada vez que concurría el miedo
a que me encerraran en esos calabozos,
específicamente del Morro de La Habana
o en la Villa Marista,
me decía confesaré enseguida,
a mí que no me enseñen
los instrumentos,
que ni tres perros,
confesaré enseguida.
Miento.
Me escapé.
No soy hermana de esa
ni de la otra.
No tengo a nadie que me reclame.
He inventado un drama,
un buenísimo drama,
que soy hija adoptiva
de alguien inexistente,
que soy la hija de Isis,
de la metrópoli,
del sol,
del siglo de las luces,
del quiero irme a otro planeta,
que estoy al vuelo
con esas notas
altaneras
que me dictan
los triunfos
que me esperan,
que me dicen que cabalgue
a Waterloo,
que me sumerja
en el mar,
que vea los peces
de colores,
que haga como ellos
y escape a las pirañas.
Que sí, que si puedo escapar
por ese invento
invento, invento.
Cuando me fui de Cuba
subí a ese avión
casi borracha,
sin vino
y sin licor.
Recuerdo que rezaba
run, rabbit, run
run, rabbit, run.
Me fui de la prisión
que más quería
para hacerme, al fin,
ciudadana del mundo.
En esa caminata
entre la pecera
y las alas del falcón libertario
donde abandoné todos los amarres
porque me halaban
los zapatos
oí a Gershwin,
oí a Faulkner.
Para romper con esos ligamentos
de mi infancia
y dejar crecer la culpa
me puse en los oídos
algodones del Norte.
Atrás dejé los taconcitos,
las faldas,
los ajustadores,
las risitas,
el disimulo
y la condescendencia,
y Janis, riéndose
y haciendo señas me gritaba
obscenamente, muérete
andrajosa, muérete
y olvida.
Vive este círculo
de música,
de cigarrillos,
de libertad restregada que hasta
los negros tienen.
Desvístete,
quítate el colcrín
y el maquillaje,
rómpete en dolor
y acompáñame
en este desafío
a mi hotel
donde te enseñaré cómo se muere.

La forma desaparece.
La música dispara más que algún
revólver.
Devuelve a ese ángel
esa otra llave
que nos da la salvación.

En el avión,
cuando sirvieron Coca-Cola
creí que era champán.
En ese momento tan triste,
tan desgarrador,
en que mis conciudadanos
pasajeros
guardaban cartuchitos
de la tierra en que nacieron,
me dije,
al fin el mar,
mar azul,
mar de Gershwin,
mar de mis sollozos,
mar de la historia,
mar azul de libertad,
mar de amor
donde puedo
ser lo que soy.
Mar de Janis,
mar de Faulkner,
mar de Sylvia Plath,
de Anne Sexton
y de todos los muertos,
mar,
al fin, mar.



Desde este humilde blog quiero agradecer a Magali Alabau la generosidad que ha tenido al enviarme la nueva versión de estos dos poemas. Como bien dice Tagore, el pensamiento del poeta siempre sigue flotando y bailando.