jueves, 17 de mayo de 2012

La luz y su esplendor.Entrevista a María Elena Cruz Varela







Un recuerdo de tu infancia... 

Sólo me has pedido un recuerdo, pero la infancia es un lugar donde estuve y al que he debido volver una y otra vez, buceando hasta encontrar a la niña rubia, pálida y delgaducha que aprendió a toser por solidaridad con su hermano Rodolfo. Que la infancia es la época más feliz de nuestras vidas es un topicazo digno de ser analizado y descartado, claro está, porque sólo sirve para alinear el pasado con el futuro y perdernos la única posibilidad de Ser, que está siempre en el presente. La misma palabra re-cuerdo nos habla del re-greso a la cordura, desmitificar y dejar atrás todo lo que no sea perfectamente amable. El nacimiento de Esperanza y Pascual -fíjate en sus nombres- mis dos hermanos menores, son los recuerdos que mejor atesoro; lo demás, una vez saneado tras largos años de meditación y des-hacimiento, quedó debidamente relegado.


Un recuerdo de tu juventud... 

La juventud, otro sitio en el que me detuve por algún tiempo. Sabes, como buena nativa del Trópico, salté de “la niñez a los asuntos”, apurando literalmente la vida; de alguna manera, inconscientemente necesitaba que todo sucediera rápido. Sin saberlo apenas, sentía mucha prisa por llegar a algún lugar, no físico ni material, era como si dijera: si tiene que ser así, pues que sea rápido. Soy adicta a la paz interior, pero entonces no lo sabía. El punto de luz más alto de esa extraña etapa fue parir a Mariela de los Ríos. Era muy, demasiado joven yo, no fui capaz de gritar con los dolores y las contracciones por pura vergüenza, temía que me regañaran, como en la escuela, pero lloré de pura felicidad cuando la vi, arrugada, babosilla, chorreando flemas, líquido amniótico y la sangre que arrancó de mis entrañas. Lloré de amor sin tener la más mínima idea de qué hacer con aquella cosita que, en definitivas, era otro ser humano.


En qué dejaste de creer?

Por suerte, en muchas cosas, por ejemplo, dejé de creer en que el amor es eso que comúnmente pensamos; en las ideologías, las religiones al uso, los líderes, los gurús, los iluminadísimos exprés… en los partidos y en los políticos de esos partidos, en los extremos, los dogmas, las buenas intenciones, esas con las que empedramos el camino hacia el infierno; el victimismo, las relaciones especiales, la muerte, el sacrificio para llegar a “ser alguien”; dejé de creer en que estar con una persona o muchas es no estar solo, por tanto, dejé de creer en la soledad, el pecado, la culpa y otras memeces a las que dentro de la ilusión damos demasiada importancia. Definitivamente, no creo en la separación: soy una idea que jamás abandonó su Fuente.

En qué crees?

En la capacidad de despertar; en el re-conocimiento de quiénes somos en realidad, en que podemos dejar de ser las baterías que alimentan este Matrix, en que es posible escapar de la locura, la nuestra y la de aquellos que aún se creen muy cuerdos, creo en la resurrección y la vida y en el camino que nos conduce hasta ahí. Creo en la verdad, que es una y para nada relativa, por más que tratemos de relativizarla. Creo en la búsqueda y en la quietud, en que ningún momento es igual a otro porque tú no eres el mismo en ningún momento. Creo en el error como territorio de infinitas posibilidades… Creo en la poesía y en el primer café de la mañana abierta.


Una canción que te traiga un sentimiento... 

Está relacionada con Doña Lázara, mi madre: Soneto a mamá, en la voz de Joan Manuel Serrat.


Si tuvieses la posibilidad de retroceder en el tiempo, que cambiarías?

El tiempo no es un discurso lineal, podemos alterarlo a nuestro antojo porque, si nos fijamos, bien todo transcurre en nuestra mente. Somos responsables de lo que pensamos. No hay nada más allá de tu propia mente. No creo que tenga sentido cambiar nada, me he equivocado muchísimo, creo, pero sólo puedo responsabilizarme del eterno presente, sea como fuere, mis errores me han traído hasta aquí, los he sobrevivido, he pedido perdón cuando he creído hacer daño por pura inconsciencia y también me he perdonado por lo mismo. Eso, bien visto, es un gran cambio, un cambio sustancial.


Entre algunos críticos, existe la opinión de que cuando algún escritor o poeta sale de la isla, sus trabajos acaban perdiendo fuerza o emoción, crees que tienen razón?

Depende de quién se trate y de cómo elija vivir esa nueva experiencia. Todos somos exiliados de algo mucho más importante. Sufrí hasta el agotamiento los primeros diez años de exilio, viví con los pies en un lugar y el corazón en Cuba, esa disociación termina pasando factura, así no le sirves a nada, a nadie, ni a ti. Decidí aprender y aprehender mi nueva “realidad.” Dejar que las cosas fueran cayendo por su propio peso. Yo Soy la emoción con la que escribo cuando quiero escribir, que tampoco es una condena irrevocable ¡ja, ja! Yo Soy, donde quiera que esté y nada externo puede alterar eso. Si logras aprender que la emoción y el talento no te abandonan porque cambies de territorio porque tú eres eso, nada podrá privarte de vibrar en la frecuencia en que tu deseo te lo exija. No somos árboles, no nos secamos cuando nos arrancan de raíz de la tierra, el apego, el miedo, el aferrarnos a lo que ya no está sí pueden hacernos fallar, eso es una guerra que, al fin y al cabo, es la guerra contra ti mismo, la guerra de la no aceptación. 


Cuando se recibe daño, se anquilosa el rencor y el odio?

Si eso es lo que quieres para ti y para los tuyos, sí. El rencor, la ira, el odio, el resentimiento, etc., son otros nombres para una misma emoción: el miedo, un virus que quienes permanecen todavía en la oscuridad quieren inocular en tu mente y como todo virus, si lo dejas entrar y permanecer, se alimentará de ti, te destruirá. La buena noticia es que hay antídoto para ese virus, se llama perdón, algo que, como el amor, se nos ha enseñado mal por parte de entidades interesadas en que permanezcamos en la inopia y seamos fácilmente manipulables. Amar, por ejemplo, no tiene nada que ver con aguantar carretas y carretones, a veces dar una buena patada en el culo a alguien le ayuda a desencajarse de sus erradas zonas de confort y ese es un acto de amor incuestionable. Con el perdón sucede algo parecido, no se trata de blandenguería rosadita y melosa, nada tiene que ver con quien te haya dañado ni con que te “ganaras” el daño. El perdón te atañe a ti mismo, no importa si “el otro” lo merece o no; tampoco es confraternizar ni salir corriendo a celebrar a quien te lastimó, es, por decirlo de algún modo, pasar de largo, caminar sobre las aguas de la afrenta sin que se te mojen los pies, sabiendo que eres mucho más que alguien que puede ser fácilmente herido.


En qué ha cambiado tú visión del mundo?

En que mi visión de mí misma y de mi papel en el mundo ha dado un giro de 360º. La lucha desde el silencio me ha enseñado mucho. El mundo no es nada, no puede hacerte nada, en sí mismo es una abstracción, una pantalla sobre la que cada uno proyecta sus pensamientos, no hay un mundo, si no muchos y cualquier proyecto debe empezar por uno mismo. Si no despiertas y buscas el conocimiento, que es tu verdadera herencia, da igual que te dejes apalear, encerrar y hasta fusilar por la idea de “salvar al mundo”. Ideas como que “Morir por la Patria es vivir”, tan arraigadas desde la época del romanticismo, nos han hecho mucho daño. Morir, por lo que sea, es morir, y punto, nada crece o fermenta desde el sacrificio personal. Encender la luz es lo que derrota la oscuridad.


A qué dedicas tus días?

Paso mucho tiempo en mi modesto apartamento de Madrid, leo, dedico largas horas a la meditación que conlleva comprensión, una grandísima ternura cuajada de compasión por nosotros, los seres de humo. Escribo reseñas literarias para la revista El Cultural del periódico el Mundo y, sobre todo, por un estricto sentido de la autorresponsabilidad, no me prodigo, hablo solo de lo que ya he logrado experienciar. Soy tres veces abuela, de tres pequeños guerreros: Elías, Thiago y Mario. Los observo a distancia, sin la típica bobería de la abuelitud y me siento agradecida de que mi estirpe se extienda porque esa es una cualidad intrínseca del amor, extenderse sin la contracción que conlleva el deseo de control, posesión, exclusivismo, etc. Siento que cumplirán cabalmente con su cometido.


Cuáles son tus próximos proyectos?

No tengo próximos proyectos. Trabajo en una novela, mejor, en una novela dentro de otra novela, un experimento de continuon. Trabajo sin prisa, a pesar de que ya está comprada por el sello Suma de Letras, de la Editorial Santillana. No tengo prisa, no me interesa poner un huevo literario anual para estar en un mercado que cada vez se me hace más dudoso. Descubro muy buenos escritores escondidos bajo el excesivo flujo editorial. No tengo nada en contra de los best-sellers siempre que no sean fabricados por el márquetin, así es que lo tengo crudo ¿verdad? Disfruto muchísimo leyendo a Haruki Murakami. Me lo descubrió Árnold Méndez, mi hijo, a quien le debo casi todas mis mejores lecturas. Un tipo sabio este Árnold.


En qué sueñas?

En dejar de soñar. Deseo acabar mi ciclo de despertar, que ha sido largo, lento, doloroso hasta donde no sería capaz de contarlo.


Si fueras un cielo, cuál serías?

El cielo perfecto, donde cualquier vestigio de separación entre la Fuente y sus creaciones se haya olvidado para siempre. Sonreiría como solo puede sonreír el Gato de Alicia porque estaríamos en el verdadero Cielo de las Maravillas.


Me regalas unos versos?

Mejor, un poema:

VARIACIÓN DE HELENA

La guerra desatada a mi favor apenas fue una ofrenda.
Un recurso del odio donde mi piel no estaba.
Transida. Gélida. De gasas vaporosas. Lejos.
No descansé. Gritos. Lanzas.
Carruajes destrozaron mi sueño.
Ni un solo ruiseñor. Ni un solo canto.
Ni una palabra grata.
Leve. Mi pálida plegaria no llegó a ningún sitio. Yo era
la desterrada. Tan solo era mi nombre el que vagaba.
En mi nombre, los hombres se mataron.
Prueba de mi inocencia era la blanca región
donde imploré mil veces y maldije
mil veces a varón. A su estulticia.
Al tropel de corceles. A la sangre vertida por mi espectro.
Los hombres no me oyeron.
Los hombres. Los torpes oidores sentíanse felices.
Guerreaban. Allí mi piel no estuvo.
Yo nunca estuve en Troya
Yo solo fui un fantasma.


A Doña Lázara



Me complace compartir con todos vosotros esta entrevista íntima, realizada a tres manos,desde tres puntos diferentes de este mundo.Por un lado,quiero agradecer a Arnaldo Ramirez,la imagen de María Elena,que ha querido compartir con todos vosotros y que forma parte de su colección privada.También su aliento y apoyo en todo el proceso de la edición de la misma.Por estar ahí siempre y por todo lo demás,mil gracias Arnaldo.AGRADECER, con mayúsculas, la generosidad y tiempo de María Elena.Hoy me diste una muestra de generosidad y sabiduría, emoción y brillantez,por todo eso y mil cosas más GRACIAS!! La tercera mano,es la de la que de vez en cuando abre esta ventana y muestra al mundo la luz del talento,la que siempre está en el mejor lugar,entre bambalinas.

Por último, os dejo el enlace de la pagina de María Elena,donde encontrareis emoción y abrigo cada vez que queráis visitarla http://cruzvarela.wordpress.com/

miércoles, 16 de mayo de 2012

lunes, 14 de mayo de 2012

La poesía te salva. Arístides Vega Chapú






"Creo desde hace mucho tiempo que el discurso de la poesía es el de la verdad. Los hombres, pese a todos los cambios sufridos, creen todavía que con un poema se conquista un amor, que un verso salva y mejora cualquier conversación por escabrosa que sea. Que no hay voz más poderosa, para llamar al combate, que la voz de la poesía. Nadie, por muchos cambios que se han operado en el mundo, se resiste al discurso de la poesía".
Arístides Vega Chapú



Ornela Laezza


Mirándome dentro

Sigilosamente me acerco al borde de la zona
en la que los recuerdos me reflejan.
Me dejo observar por mis ojos cerrados
como si no existiese más que la sombra
desprendida de mi cuerpo.
Desde lejos,
donde todo permanece invisible
llega un viento de extraño rugido.
Para lograr la ilusión,
regreso al silencio las palabras
que su poder aferra en mí
la angustia provocada por la duda.
Siempre quise revelarlo en tus palabras
pero un viento de extraño rugido las llevó.
Con seguridad bastarían las más sencillas
para aliviar el miedo a exponer mi pecho
y probar la verdad
por la que se está dispuesto
a llevar a cuestas la muerte.
Recorro los bordes de esa resbaladiza zona
de la memoria
en la que estoy a solas con mi sombra,
donde antes estuvo el poder de las aguas
que calmaron mi sed
hoy sólo se soporta el vacío de una imagen.



José Manuel Bielsa


Serenidad del silencio

Voy dando tumbos entre cielos
que pueden borrarlo todo,
incluso la noche.
Una estrella muestra su imparcialidad
dejándose caer cerca de mi pecho
para iluminar lo que reconozco
como mi cuerpo, inútil
si no es reanimado por tus caricias.
Buscándote, descubro otra vida
en la que seré admitido
si entrego tu corazón
quebrado
por la amplitud irrepetible de la noche
bajo la que no será filmada
ninguna nueva escena.
Como en una película voy dando tumbos,
entre cielos muy diversos,
horriblemente despeinados, los cabellos
por la velocidad sobre la que viajo,
revive el miedo
que en mis ojos se muestra
rindiendo culto a la realidad.
Con cierta desconfianza en las visiones
por tantos reveces
me desentiendo
de lo que puede o no leerse en mis manos.
Frías están y lo peor puede aparecer
en su envés.
Todo cuanto me rodea
ha sido inventado por una luz amarilla
que ninguna otra puede imitar
fuera de este filme,
al que no le corresponde realidad alguna,
día o noche.
En busca de la plenitud que muestras.
avanzo dando tumbos entre los cielos,
prestándole atención a las voces
con las que te vales
para que la noche nos muestre su rostro
verdadero.
Estoy ante la elegida
y no pronuncio palabra alguna
de las tantas que reservé en este instante.
La solución puede estar en el silencio,
donde se ocultan las palabras más severas.




Conversación con Gastón en San José

“Volverás de nuevo a decirme adiós”,
dice Gastón Baquero, y no le creo.
Bajo el intacto cielo que desconoce la noche,
no será posible.
El destino trazará el mapa
del país que he imaginado.
Podré despertar,
solo y nostálgico en Madrid
o en un accidental paisaje
al que me aferro
por no encontrar nada
en derredor que sienta como mío.
En el lento cielo las estrellas se reflejan
sin ofrecer descanso.
Quiero dejarlas caer sobre el papel
cuando el cielo en su extensa región
se nos vuelva a mostrar amaneciendo en Madrid,
en la isla,
o en cualquier otro paisaje
de los que navegan
el profundo océano del deseo.
Aspiro una bocanada del habano
y sigo las efímeras rutas del humo,
hasta regresar a la bodega de mi pueblo
donde todos se conocen,
y continuar una conversación familiar.
Lo que recuerdo no podrá ser relatado,
aunque caigan todas las estrellas
sólo para satisfacerme un deseo.
Si alguien pudiera recordar el pasado por mí
me agotaría menos,
pero estoy solo con la foto del joven Maceo,
sin machete a la cintura,
la almidonada banderita y una flor de majagua.
Me apropiaría de todos los recuerdos
como si fuesen los míos,
y así los ojos enrojecidos no se desesperarían
al no ver el país que he imaginado
dormir, como un ángel, en mi hombro.  



Estos poemas se encuentran recogidos en el libro de Arístides Vega Chapú,Sagradas pasiones,publicado por Editorial Letras Cubanas en 2005.